Miedo y asco en la filosofía. Del amor por la sabiduría al amor por la mediocridad

Detesto la filosofía contemporánea y todo lo que la rodea. Puede parecer estúpido viniendo de un filósofo de la ciencia, pero al menos creo que hay razones para ello. De todos modos, no siempre fui así. Así como mucha gente cree en fantasmas y en la homeopatía, yo en su momento creí en la filosofía. La historia es muy turbia, así que vale la pena que os la cuente. Entré a bachiller exclusivamente para poder pasar tiempo con una chica que me volvía loco por aquel entonces. Como no sabía qué estudiar y hasta ahora no tengo dónde caerme muerto, decidí matricularme en ADE. Fue un grave error. En mi mente me estaría metiendo fajos de billetes en los bolsillos en poco tiempo, pero ese poco tiempo resultó ser insufrible. No encajaba con toda esa gomina, con las tías encaramadas en tacones paseándose por la biblioteca, con sus peinados barrocos un martes a las 12:30. Con las clases absurdas sobre temas absurdos, dadas por gente que parecía salida del club de campo de Cruella de Vil. La perspectiva de convertirme en un contable hipotecado me atormentaba, así que una mañana al entrar a clase de matemática financiera me quedé en la puerta, observé al profesor, observé la fauna ahí sentada, me di la vuelta y no volví jamás. Pasé ese año descargando camiones en una empresa en la que mi jefe era una tío con retraso mental que me robaba dinero. Luego puse copas en un antro regentado por el familiar de un expresidente del Valencia, en el que trabajaba junto a un tipo rumano recién salido de una cárcel francesa que me ofrecía continuamente la muy poco seductora posibilidad de acostarme gratis con las chicas que controlaba, y en el que recogía a veces del suelo del baño a presentadoras del felizmente desaparecido Canal 9.

Finalmente, vendí la moto (literalmente) y con el dinero me matriculé en filosofía. No estuve rápido para darme cuenta de que era una parada más en mi paseo por los infiernos, así que me matriculé muy feliz. ¿Por qué lo hice? Y yo qué sé. Había tenido un profesor de filosofía que lloraba en clase cuando se acordaba de sus amigos anarquistas torturados durante el franquismo, así que supongo que decidí que si él podía llorar en el trabajo yo también quería eso. En filosofía conocí gente peculiar, engreída y bastante narcisista, pero de entrada no pintaba mal la cosa. Al fin y al cabo, yo también era así. Un día entré a una clase en la que no estaba matriculado, no recuerdo por qué. El profesor tenía una actitud muy rara, que comenzó a delinearse poco a poco con claridad ante mí. Veréis, en mi familia hay personas con trastornos mentales, sé reconocer un ataque psicótico, y ese señor estaba claramente teniendo uno. Comenzó a delirar sobre Lavoisier y Spinoza, confabulando historias absurdas e intrincadas—unos años después supe que, efectivamente, mi diagnóstico había sido acertado—. Me pareció alucinante que eso pudiera estar pasando; que alguien experimentando un estado psicótico leve pudiera estar dando clase en una facultad. Mi asombro fue tal que me giré hacia atrás para observar al resto de la clase. Buscaba una mirada cómplice, poder compartir lo absurdo de la situación con alguna otra persona. Lo que me encontré al girarme fue, en cambio, una clase entera tomando apuntes. Y eso, señoras y señores, es la filosofía hoy en día.

La gran conspiración autocompasiva

La filosofía está en franco retroceso, eso es un hecho indiscutible. Cada vez tiene menos temario propio en los institutos y universidades. Sin embargo, el número de matriculados para estudiar la carrera ha ido subiendo de forma sostenida. El resultado es evidente: existe una enorme y muy sufrida bolsa de filósofos en paro que van a tener muy jodido poder encontrar un trabajo decente, porque su formación es muy específica y no es que esté particularmente demandada. Cabe analizar el fenómeno, entonces, desde dos ángulos: desde el punto de vista de una sociedad que pasa de la filosofía y desde el punto de vista de los propios filósofos ante tal situación. La sociedad, por lo general, considera a la filosofía un discurso pedantesco, impenetrable y carente de toda utilidad. «¿Qué sentido tiene que los chavales estén obligados a estudiar la obra de Platón, Aristóteles o las elucubraciones de Descartes. ¡Eso nos cuesta dinero!». De este modo, la filosofía es considerada una carga para los temarios, algo prescindible, de lo que podrán disfrutar cuatro hipsters raros como quien disfruta del tenis o de los vídeos morbosos de parásitos selváticos que abundan en YouTube, pero que de ninguna manera debería considerarse al mismo nivel de importancia intelectual que la biología, el inglés o la historia.

Los filósofos, por su parte, reaccionan a esta situación de forma vehemente. Reivindican su actividad, argumentando que la filosofía fomenta el pensamiento crítico; que enseña a la gente a pensar. Argumentan que sufren las consecuencias de un sistema descarnadamente neoliberal que únicamente piensa en la rentabilidad monetaria que pueda aportar aprender algo, que desprecia las bondades existenciales de la filosofía y teme su capacidad para formar ciudadanos insumisos, que piensen de forma autónoma. En los círculos filosóficos, especialmente entre la gente que trabaja en las cuestiones más abstractas, se ha establecido toda una mitología en este sentido, con la derecha cultural y la ciencia cortándole el paso a la filosofía como parte de una agenda encaminada al empobrecimiento intelectual de la ciudadanía. Ante este panorama, la filosofía como colectivo ha llevado a cabo un movimiento de autoafirmación, reivindicando más de lo de siempre. Más Kant, más Platón, más latinajos, más darle vueltas a lo de la modernidad líquida y, en general, más historia de la filosofía. En su mayoría, los filósofos consideran que saber historia de la filosofía, que conocer los entresijos de las idea de todos esos vetustos autores, aumenta el pensamiento crítico, satisface los vacíos existenciales y «forma» ciudadanos.

Sin embargo, tanto la sociedad en su conjunto como los filósofos están inmersos en posturas absurdas. Por un lado, la sociedad debería valorar la filosofía, pero cuando me refiero a «la filosofía» no hablo de «la historia de la filosofía», sino del pensamiento crítico aplicado a cuestiones como el bien, la belleza, la ciencia, el conocimiento, la identidad, la sociedad, etc. La capacidad para razonar de un modo adecuado, dejando de lado, en la medida de lo posible, los oscurantismos expresivos, las falacias y los sesgos, es algo absolutamente central en cualquier sociedad que aspire a algo más que ser una marioneta en manos de sus gobernantes. Pero la filosofía que se defiende desde los gremios de filósofos no es eso; es más de lo de siempre. Esta reivindicación de lo de siempre se ve perfectamente plasmada en best sellers filosóficos como Más Platón, menos Prozac o La utilidad de lo inútil, auténticos salvavidas expiativos que los filósofos, por lo general, adoran leer. ¿Por qué estos libros, que ensalzan a la vieja filosofía y la venden como si fuera una panacea social, son tan seductores? La respuesta es sencilla: porque la mayor parte de los filósofos son unos fracasados y esos libros expresan toda una ideología autojustificativa expresamente construida para ellos. Son libros pensados para invertir todo sistema racional de valoración intelectual, espetando al lector una y otra vez que el fracaso, la desconexión con el mundo y la incapacidad de la vieja filosofía para que la sociedad vea algo valioso en ella son, de hecho, sus grandes victorias.

Según este discurso, los carcas eruditos, lectores babosos de Hegel y Derrida, encerrados en sus torres de marfil endogámicas y dogmáticas, constituirían auténticos héroes del pensamiento, en lugar de parásitos sociales. El sistema de autovalidación encumbra a esa clase de gurús, de discurso vacuo e incapacidad para la autocrítica, como modelos a seguir. Es muy sencillo para un colectivo de fracasados verse reconocido en otros fracasados dentro de un sistema de pensamiento autovalidante, pusilánime y autocompasivo, en lugar de hacer frente a sus propias miserias y emprender el tortuoso camino de intentar reparar un barco tan necesario como lleno de entradas de agua. Al fin y al cabo, es mucho más sencillo dejar que el barco se hunda mientras montamos una orgía en tierra firme, para luego, en vistas del desastre, intentar venderle a la sociedad la belleza de lo roto.

La teletienda filosófica

La filosofía ha intentado en los últimos tiempos hacer pasar un relato profundamente narcisista por un diagnóstico cabal, de modo que cuando la sociedad compara el relato sostenido con la realidad practicada no puede hacer más que frotarse los ojos. Lo cierto es que hay que ser francamente retorcido y caradura para ir por los ministerios pidiendo dinero con el cuento de que conocer el mito de la caverna o la paparruchas de Ortega y Gasset va a hacer que los chavales salgan del instituto y no les parta la espalda un quiropráctico o no acaben votando a partidos absurdos. Hay que tenerlos cuadrados para pregonar que la filosofía que se lleva a cabo es valoración racional, cuando se expone a los alumnos a textos sin ofrecerles una versión crítica de los mismos y sin darles toda la información. Lo que se enseña en las aulas de filosofía es a adorar textos y autores, se enseña a reprimir el pensamiento autónomo—que no consiste, como a veces se enseña, en decir lo que a uno le de la gana—en aras de alimentar el lamentable relato de autoexaltación de unos filósofos que, salvo contadas excepciones, son justo lo opuesto a lo que venden.

Se enseña que la Crítica de la razón pura es difícil de entender porque se es idiota y no porque Kant tuviera razones poco respetables para decidir escribir como un analfabeto funcional. Cuando se les presenta La República, ¿se cuenta acaso la enorme carga de racismo y misoginia que tiene? ¿Se cuenta lo de pasar a las mujeres de cama en cama en contra de su voluntad? Porque lo que se cuenta en La República es un auténtico infierno totalitario, elaborado por un autor que era enemigo acérrimo de dar poder político al populacho. Y lo mismo podría decirse del Aristóteles «científico», del Rousseau «luchador social», del Nietzsche «liberador» (pero que tan bien caía a los nazis), del Hegel «pensador autónomo» (pero a sueldo del despotismo local) o de la posmodernidad, ese montón de mierda logorreica que se parece más a una Restform o a una Slap-Chop que a un movimiento intelectual medianamente serio.

Todas estas cualidades de la filosofía se exageran aún más en sus facultades, donde la estructura social, lejos de ser la propia de un grupo de pensadores críticos, en la propia de un conjunto de sectas enfrentadas. Es muy complicado, y lo digo por propia experiencia, encontrar gente que estudie o trabaje en filosofía y no sean fantasmas, fanáticos o directamente gente que resulta virtualmente imposible de comprender. Normalmente, lo más absurdo resulta lo más seductor. Lo que se ve en las facultades son grupos cerrados, estructurados en torno a un profesor/gurú, que buscan un nicho en el que colar publicaciones dirigidas literalmente a nadie. Estos grupitos, además, compiten ferozmente entre ellos. Esto se debe a que los departamentos, incluso los grupitos subdepartamentales, no están unificados por una empresa común de pensamiento crítico. Al contrario, la adhesión a estas micro-comunidades es casi por completo irracional; cada cual defiende la tribu porque la filosofía empieza y acaba en ella.

Esto debería demoler por sí mismo el mito del filósofo como un pensador crítico irredento, pero hay más. Actualmente estoy llevando a cabo un estudio acerca de la prevalencia de determinadas creencias irracionales entre la población universitaria. En la muestra tenemos bioquímicos, psicólogos, filósofos, estudiantes de magisterio, etc., lo cual resulta muy interesante. En primer lugar, la nota media no parece verse afectada por el nivel de estilo cognitivo analítico de los estudiantes de filosofía (incluyendo tanto medidas disposicionales como prácticas). Y, en segundo lugar, la percepción de satisfacción vital entre los filósofos es sustancialmente menor que en otras carreras, con lo cual el mito de la filosofía como fuente de felicidad, siendo ya de entrada bastante ridículo, debería ser descartado por cualquiera con dos dedos de frente. Los filósofos no son guías espirituales para la felicidad, y jamás deben anunciarse como tales en nombre de la filosofía; una idea sorprendente por su absurdez, que he visto incluso entre gente a la que admiro. Y ya pueden venir Marinoff u Ordine a venderme la minipimer que les de la gana usando el más cutre marketing flowerpower. No compro.

A todo este trasfondo sociológico hay que sumar un profesorado envejecido hasta la momificación. Si bien es cierto que en algunos sitios comienza a verse algo de relevo generacional—más por imposición de la esperanza de vida que por voluntad real de rejuvenecer el campo, todo sea dicho—, lo cierto es que el envejecimiento es un serio problema. Pocos profesores ajados y acomodados van a innovar o a morder la mano que tan bien les da de comer; para ellos es mucho mejor negocio fomentar la adoración a un único autor que tenga demanda. Y, también en parte por este envejecimiento, será complicado que los estándares de calidad del campo suban lo más mínimo, desde el pozo en el que están metidos desde hace ya demasiado. A las revistas que responden a puro amiguismo, hay que sumar los congresos con un muy supuesto «comité científico» que no criba absolutamente nada, de modo que actualmente cualquier hijo de su madre puede tener acceso totalmente libre a hacer una comunicación en un congreso de filosofía, ya sea sobre fenomenología del caminar, ya sea sobre alguna interpretación lisérgica de la teoría de la evolución, ya sea comparando Auschwitz con los mataderos de ganado—una metáfora de moda, para la que costaría encontrar un rival en cuanto a capacidad para ofender de forma gratuita—. Los congresos de filosofía se han convertido en trapicheo de certificados, con trescientas cincuenta mil comunicaciones-basura, tres o cuatro buenas y muchísimo paripé; gente hablando auténticas fumadas para cuatro gatos que, además, suelen estar esperando turno. Y encima se ofenden si no les dan dinero para organizar estos festivales de la fantochada.

Al contrario de lo que creen muchos filósofos, los dineros no caen de los cielos. No crecen en los árboles como las naranjas. Los dineros cuestan de ganarse, y si son dineros públicos hay que invertirlos con todo el cuidado y afán de maximización de resultados de este mundo. Y, en este sentido, puedo entender que la sociedad prefiera prescindir de algo tan absurdo como lo que se hace en una clase o en un congreso de filosofía a día de hoy. Si alguien encuentra placer en leer a Heidegger, en ir a misas evangelistas o en asistir a conciertos de Mónica Naranjo, que lo haga con su dinero y que no joda.

Reparando la balsa de Platón

Quisiera hacer un par de apuntes para ayudar a reparar un poco, aunque sea un poco, el insalubre ecosistema filosófico:

1) No vender motos. Hay que comenzar a asumir lo que la filosofía es en realidad, que ya es bastante. Porque la filosofía importa, tiene repercusiones sociales de gran calado y merece ser tenida en seria consideración. Siendo algo importante para la educación, tanto de científicos como de intelectuales en general, no hace falta vender batamantas. Ni la Ilustración fue un proceso puramente filosófico, ni la filosofía es capaz de solucionar problemas con eficacia—de hecho, es posible que jamás haya resuelto uno—, ni es una mayor fuente de felicidad que cualquier otra pasión personal. Tampoco hace falta distorsionar a los filósofos. Son lo que son, con sus luces y sus sombras, y pueden ser herramientas interesantes para que la gente pondere críticamente su legado. La gracia de los filósofos es destrozarlos, la gracia de la filosofía es lo razonable. Si no los destrozas desde lo razonable, entonces no estás haciendo filosofía, estás haciendo culto al cargo.

2) Mejorar los mecanismos de revisión y evaluación de los productos filosóficos. La filosofía no puede seguir premiando la mediocridad, el dogmatismo y el oscurantismo charlatán. No puede seguir siendo un ambiente en el que no se criba el trigo de la paja, con un discurso penoso de falsa apertura democrática. Los congresos, hablar en un Aula Magna, publicar en una revista, todo eso deben ser premios al buen hacer. Lo bueno de un congreso es que el nivel de las ponencias haya sido alto; no puedo sentir más vergüenza ajena que cuando aparecen los organizadores al final de la movida, muy orgullosos porque se ha conseguido recaudar dinero para hacer otra el próximo año, o porque ha venido mucha gente, ¡incluso de Paraguay! Calidad, señores. Calidad y punto.

Por otra parte, las revistas de filosofía tienen un serio problema con las revisiones y los sesgos del editor. Y esto es una lástima, porque es algo que hoy en día determina quién gana una plaza y quién no, y lo que se está evaluando suele ser cualquier cosa menos la calidad de la investigación. Muchas veces, las publicaciones son un reflejo de los favores que se deben y de los amigos que se tienen. Estoy realmente harto de que un porcentaje muy alto de los artículos de las revistas de filosofía sea auténtica broza infumable con títulos grandilocuentes que esconden las mayores trivialidades e idas de olla, incluyendo revisiones basadas en el clásico «no estoy de acuerdo con el contenido del artículo, con lo cual desaconsejo su publicación». ¿Qué porcentaje de los artículos publicados en revistas de filosofía no han sido leídos más que por el autor, el editor y los revisores amigos? Suponiendo, claro, que el editor y los revisores lo hayan leído. Es deleznable por el nivel al que hemos llegado, aunque también comprensible, dado que los estándares de revisión racional han sido extirpados de la filosofía. La ciencia aún tiene como excusa aquello de que tu análisis de datos está mal hecho, pero en filosofía las revisiones, muchas veces, son puro cuñadismo.

3) Llevar la filosofía a la calle no implica convertirla en populismo barato. Vale, está bien que todos filosofemos y tal. La gente también debería ser libre de salir al campo a observar las flores. Teniendo claro que hay profesionales de ello, no veo mal llevarlo a la calle, pero no implica decirle a la gente lo que quiere escuchar o querer contentar a todos. La filosofía es normativa por naturaleza, normativizemos entonces. Jodamos de verdad, no vayamos por ahí repartiendo besos y entretenimiento para jubilados, considerando que todas las ideas son maravillosas. Eso de las revoluciones poniendo flores en armas no funciona; al final aparece Mao con un tanque y te pasa por encima. El valor de la filosofía, su manera de aportar a la sociedad, es el pensamiento crítico, la rigurosidad, el debate racional y abierto que busca resultados y, sobre todo, que busca la excelencia y la audacia argumental. Las patochadas deconstructivas, performativas y oscuras (y hablo tanto de filosofía analítica como de continental, si es que esa distinción significa algo a estas alturas) no valen ni para tomar por el culo. Mejor dejamos de lado la armada invencible de productos de teletienda y nos ahorramos de una buena vez las tonterías.

Por Angelo Fasce

27 comentarios en “Miedo y asco en la filosofía. Del amor por la sabiduría al amor por la mediocridad

  1. Totalmente de acuerdo, especialmente la parte donde la filosofía se convierte en este circlejerk dogmático alrededor de autores cuyos problemas han sido discutidos durante miles de años. Donde lo que importa es la grandilocuencia de tus textos, ganar en argumentos abstractos para probar tu nivel de superioridad intelectual y no realmente el valor práctico del pensamiento crítico.

    La filosofía debe salir de aulas estériles y formar parte del discurso social. Debe utilizarse para solucionar problemas actuales y no quedarse en terreno de puro palabrerío altivo. Entiendo totalmente la utilidad de aprender sobre historia de la filosofía pero el problema es cuando la academia se mantiene fijada fetichisticamente en el pasado y crea todos estos argumentos de autoprotección para validar su mediocridad institucionalizada. La mayor ironía es como una disciplina que se regodea de su capacidad de pensamiento critico se ha sumergido en una ignorancia debilitante a lo largo de los años.

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  2. Increíble, me identifico mucho con lo que has escrito. Lamentablemente, yo ya no pude resistir más ese ambiente y decidí dejar la carrera antes de poder terminarla. Ahora física esta en mi horizonte en el mediano plazo; pero me es difícil enmendar tanta desilusión. Al menos me llevo el contacto de algunos pocos, muy pocos, grandes individuos; muy molestos, si me entiendes, con señales de vida y sin miedo a destruir o destruirse con tal de entender. Saludo atte.

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  3. Llevo eones intentando escribir acerca de la concepción de la filosofía como carrera y la prostitución de la misma en las facultades por intelectualoides intrascendentes carentes de capacidad crítica propia cuyo único fin es apilar conocimiento para alimentar una personalidad narcisista y pedante. La apatía que me causaba esta misma realidad hizo que no lograse reunir el valor para enfrentar toda mi frustración al papel en blanco. Y ahora me encuentro, buscando, una perspectiva como esta que me alivia un poco la existencia, aunque refleje lo que ya sabemos: una sociedad inflada de oquedad.
    Simplemente, gracias por esto, Angelo Fasce.

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  4. Un cosa es encontrarse en el peor lugar, en el peor momento, con las peores personas y con las peores expectativas. Lee a Ciorán y se llevará muy bien con tus amarguras. Tu crítica es chillona y tiras al niño con el agua de la bañera. No cualquiera nace para hacer filosofía, ni para leerla como «los grandes». Es tu ego el que se derrumba. Algo privado lo haces público. La filosofía no es un monolito, hay para todo. Si quieres cambiar el mundo trabaja de cura, político o mecánico. Aporta algo en lugar de querer destruir lo peor, lo malo y lo bueno y excelso de la filosofía. Júntate con gente que realmente te lleve a las competencias y a la competitividad. Se nota luego que no es lo que quieres. Todo es cuestionable, hasta el método científico, hasta el hacer y la tecnología. Se puede decir que estás en el nihilismo en el mejor de los casos. Quieren pasar a la historia con lloriqueos que quieren pasar por críticas. La mera verdad ,…..ya serviste para que esta compañía se quede con mi correo y otras bellezas de facebook. Es bueno saberse útil.

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    1. Me temo que concuerdo con el autor en muchos puntos. En lo personal, he visto que la mayoría de aquellos que se hacen llamar filósofos públicamente; son personas con problemas de adaptación y por ende del tipo existencial. Ojo, no estoy en contra de quien quiera leer filosofía. Pero en lo personal ya no le veo la utilidad, en la antiguedad, donde la mayoría era analfabeta y sin cultura, esta servía como fuerza para la crítica y autocrítica y posteriormente sirvió a científicos para germinar aquellas dos cualidades. Hoy en día la filosofía se ha converido en el sustituto de la religión. Las ciencias: Medicina, Ingeniería, Astronomía, psiquiatria, Biología, Derecho, y un sinnúmero de disciplinas que faltan por indicar son lo que brindan el progreso y la luz. La filosofía…mmm bueno…le dejaré el papel de la Sociología y la Política, en pocas palabras para lo único que podría tener algo de utilidad hoy en día.

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  5. Disculpa la falta de tildes, escribo desde el telefono y ponerlos a todos hace que quiera matar gente.
    Quiero suponer que lo «con el sosiego que me caracteriza» va con una pizca de ironia. Soy biologo, trabajo en biologia evolutiva y de ese lado entre a la filosofia. Hasta que me incribi en la carrera, y es algo tan pero tan alejado de la realidad y de la filosofia bien hecha… Los griegos estan por encima de cualquier dios, mis compañeros y algunos profesores se hacen preguntas tan relevantes como «que diria X sobre A? y ahi discuten 5 horas hasta que llegan a un punto sin solucion de continuidad, cuando la respuesta pasa por un simple «nada, X murio 500 antes que la ocurrencia de A», pero osa decir que eso no tiene sentido.
    Por suerte la ciencia es un campo donde la filosofia puede volver a relucir. Y pensar como cientifico te evita caer en muchas trampas que conducen a pajas mentales sin salida.

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  6. Ángelo, me has tocado el corazón. No has podido describir mejor la tragedia de nuestros días: la filosofía es cada vez más defenestrada en la educación media, y en la profesional es mucho peor el ambiente, aunque este no lo conozca de cerca.

    Cuando hablas con chavales diciendo «ya era hora que quitaran esa basura de filosofía, no sirve para nada» pues tratas de defenderlo, pero cuando te dicen que les hacen memorizar como loros la historia, y no a filosofar, pues entonces lo entiendes.

    Yo he dado a muchachos de casi 18 clases de filosofía, más de historia que de filosofía, y les dejo muy claro desde el principio que los filósofos fueron unos señores medio locos cuyas luces contrastaron mucho con sus sombras, sobre todo los grandes. Hasta di una charla TEDx de esto, sobre la paradoja por ejemplo de Hume que era marcadamente racista y sin embargo criticaba el razonamiento inductivo porque generalizar no es bueno xD

    Todo eso para bajarles del pedestal a esos señores, pero al mismo tiempo sentir curiosidad por qué pueden aprender de ellos. Pero en mi opinión no es el camino. Si queremos alumnos interesados por plantearse todo, por ir más allá de lo evidente y pensar críticamente hay que ponerlos a pensar, a debatir, no a leer y memorizar interminables textos de gente que no terminará de entender en la vida.

    Filosofía y pensamiento crítico debería ser una materia que se impartiera durante dos o tres años una o dos sesiones a la semana. Sentarse en un círculo socrático, y ponerse a razonar temas tan abstractos como qué es el bien, hasta cosas más mundanas y cercanas como por ejemplo decisiones éticas (o no) de personajes de sus series televisivas. O sobre el cambio climático, o si es indecente ser rico por nacimiento o no… Se pueden hacer clases bien amenas para casi todos los chicos, y en el proceso (con un profesor que sepa orientarlos a la hora de debatir y razonar) aprender mucho a ser críticos. La Historia de la Filosofía debería ser algo ya optativo, para el que quiera saber sobre cómo ha evolucionado el pensamiento humano a lo largo de milenios en distintas culturas, pero filosofía no se aprende, se practica cuestionando, debatiendo, argumentando… en definitiva, haciendo un modo de vida y no un temario más para memorizar.

    Este es un problema generalizado en Humanidades. Memorizar las vanguardias artísticas del s.XX no garantiza que sepas apreciar el arte. Comprender la diferencia entre ética deontológica y teleológica tampoco garantiza que seas un ser moral. ¿De qué sirve analizar el aborto o la eutanasia desde distintos temas y debatir si luego cuando tengo prisa adelanto pegado a un ciclista? Los valores humanos no se memorizan, se aprenden viviéndolos, y por ello cualquier materia de Humanidades sufre este reto, muy especialmente la filosofía.

    Ángelo, si te pasas alguna vez por México me avisas y te invito a unas chelas, hombre. Arreglemos el mundo entre trago y trago, que la menos la filosofía nos sirva de algo xD

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  7. Que risa de artículo más patético. Resalto puntos centrales.

    1. «Lo que se enseña en las aulas de filosofía es a adorar textos y a autores, se enseña a reprimir el pensamiento autónomo —que no consiste, como a veces se enseña, en decir lo que a uno le de la gana—»

    Lo curioso es que si lees tus propios artículos, junto con los de ARP-SAPC y Círculo «Escéptico»; te acabas aniquilando solo.

    2. «Lo que se ve en las facultades son grupos cerrados, estructurados habitualmente en torno a un profesor/gurú, que buscan un nicho en el que colar publicaciones dirigidas literalmente a nadie. Estos grupitos, además, compiten ferozmente entre ellos, de modo que las facultades de filosofía acaban siendo facultades de facultades. »

    ¡Que ironía!, porque no me negarás que publicaciones fracasadas como «Philo Journal», o el «escéptico» o Skep. Inquirer, son revistas de grupos cerrados que casi nadie cita, pero que son muy populares al mismo nivel que un panfleto de revista de modas. Y un negocio muy lucrativo, desde el punto de vista de Fernando Frías, claro está.

    3,. » Actualmente estoy llevando a cabo un estudio acerca de la prevalencia de determinadas creencias irracionales entre la población universitaria»

    Más bien, estás proyectando tus prejuicios y haciendo pedazos el «estudio». No sólo eso, sino que antes con algunos datos ya tienes la conclusión predefinida que estabas buscando, muy fiel a la fraudulenta tradicional de James Randi.

    4. «A todo este background sociológico hay que sumar un profesorado envejecido hasta la momificación»

    Que curioso porque organizaciones como las que perteneces tienen en gran parte a gente vieja, profesores que nadie les hace caso y por eso requieren hacerse pasar como jóvenes viejos, tal como Carlos Chordá, Arturo Quirantes, Clara Grima, José Mulet, o auténticos desconocidos que sólo buscan dinero como Emilio Molina «El cacerolas».

    5. «A las revistas que responden a puro amiguismo, hay que sumar los congresos con un muy supuesto «comité científico» que no criba absolutamente nada, de modo que actualmente cualquier hijo de su madre puede tener acceso totalmente libre a hacer una comunicación en un congreso de filosofía»

    Como comenté en el punto dos, las revistas «escépticas» incluyendo a «Métode Studies Science», son de puros amiguitos que se auto citan entre ellos, se conocen entre ellos y no permiten ninguna discusión neutral porque se creen que no existe, excepto de su lado y cuando les conviene al negocio.

    6. «Los congresos de filosofía se han convertido en trapicheo de certificados, con trescientas cincuenta mil comunicaciones-basura, tres o cuatro buenas y muchísimo paripé, con gente hablando auténticas fumadas para cuatro gatos que, además, suelen ser los que hablan después de ellos y simplemente están esperando su turno. Y encima se ofenden si no les dan dinero para organizar estos festivales de la mediocridad.»

    Más risas, aquí te acabas por quejar del negocio de los demás para intentar generar publicidad para ARP-SAPC porque bien sabes que esa empresa de mercadeo no tiene tanta publicidad, aunque la necesitan y la buscan en medios informales como el país donde pueden libremente comprar a gente del grupo PRISA o de otros medios de dudosa credibilidad. Básicamente pareces tener más envidia que dar un argumento realmente racional.

    7. «La gracia de los filósofos es destrozarlos, la gracia de la filosofía es lo razonable. Si no los destrozas desde lo razonable, entonces no estás haciendo filosofía, estás haciendo culto al cargo.»

    Justamente como han hecho contigo en varios de tus posts. Tu dogmatismo de marras se sujeta en lo que algunos de tus fans no quieren admitir. Recuerda que tener popularidad no implica necesariamente que tengas razón.

    8. «La filosofía no puede seguir premiando la mediocridad y el dogmatismo.»

    En eso tienes toda la razón, empezando por tus productos de baja o nula calidad.

    9. «no puedo sentir más arcadas que cuando se acaba un congreso y salen los organizadores muy orgullosos porque se ha conseguido recaudar dinero para hacer otro el próximo año, o porque ha venido mucha gente»

    Que curioso porque eran las gentes de ARP las que se ponían contentos cuando les pagaban a Javier Armentia, el tesorero muy grato por recibir más dinero sin mover un pulgar, y no se deje de mencionar a los demás: explotando a los demás para ganar dinero vendiéndoles un refrito de «escepticismo» y «pensamiento crítico» (claro, siempre que favorezca a los patrocinadores como Euskatel, un poco de Monsanto, de una marca de cerveza que tenía contrato con el Pub que Frías se encargaba de gestionar, entre otros bonitos detalles donde pudieran sacar más dinero con cualquier promocional repitiendo lo mismo, aunque ya lo hubieran expuesto otras cien veces más en un blog).

    10. «Por su parte, las revistas de filosofía tienen un serio problema con las revisiones y los sesgos del editor. »

    Métode Stucies Sciencé no es el mejor ejemplo de revisión por pares. Ahora recuerdo una pieza donde aseguraban que el mal llamado movimiento «anti transgénicos» desaperecía de España y del mundo, excepto de Francia, pero hoy te das cuenta que no fue así. Sin dejar de lado que su revista intenta imitar una publicación inglesa, aunque no logra ni entrar en la indexicación mínima. ¿No te parece ridículo que los «escépticos» presuman que estudios válidos únicamente en revistas de cuartil alto y tengan una revista mediocre que no tiene ni indexación?

    11. «la filosofía es normativa por naturaleza, normativizemos entonces. Jodamos de verdad, no vayamos por ahi besando a la gente y considerando que todas las ideas son maravillosas y que si usas gafas de pasta y eres pedante ya tienes razón filosófica para decir algo. »

    Posiblemente, pero tú ahora quieres llegar a llamarlos «magufos» o insultarlos porque te de lo dio un señor Frías, que el pobre no tiene formación científico pero se las da «divulgador». Mejor te recomiendo que no vayas por ahí con tu biblia de Gámez o tu religión de Schwarz, realmente dudo bastante que saques algo de dinero. Busca un trabajo decente, intenta ser honesto. Al final, como tú mismo has expuesto, eso de andar poniendo tanques (Círculo «Escéptico») como unos imatadores de matones.

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    1. Debo corregir que Mètod Studies Sciences no entra en la indexación tal como la definien los seudoescépticos (como que no tiene FI). Su producción académica es anual, de muy pobre calidad y con una agenda bastante sesgada. Ejemplo de las cosas que publican ahí:

      dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5457166

      ‘the controversy is now declining in digital media, with the exception of France and the United Kingdom, where the debate is still ongoing among citizens and environmental action is constant.’

      Que risa, después de los Monsanto Papers y de la tontería de Kevin Folta, se les va a terminar el negocio no a Monsanto, sino a los seudoescépticos. Irónicamente, cada vez se sabe más sobre los grupos «escépticos».

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    2. No he visto un párrafo en toda esta extensa respuesta que no incurra en la falacia del ad hominem tu quoque, conocido por los legos como el «y tú más» y que se practica mucho en los patios de colegio cuando tienes unos siete años. Uno esperaría algo más de una persona que defiende la filosofía. Sin quererlo, le da la razón a Angelo Fasce.

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  8. ¡GRACIAS! Por poner las cosas en su lugar y en particular por usar un lenguaje claro y conciso (con sesos, decimos en el ambiente de la aviación) que cualquiera como yo, simple mortal sin credenciales académicas, puede entender a la primera.

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