Lakatos sobre la ciencia y la pseudociencia

En la figura de Imre Lakatos podemos encontrar tanto el máximo desarrollo de la filosofía de la ciencia clásica, que depura y combina con una perspectiva histórica basada en la práctica real de la ciencia, como el nacimiento, en muchos sentidos, de la filosofía de la ciencia contemporánea. Desarrolló una filosofía de la ciencia que pretendió llevar los logros de los criterios clásicos de demarcación al análisis histórico de la ciencia, incorporando el enfoque de la sociología y de la historia de la ciencia, pero evitando en todo momento caer en el relativismo de otros filósofos de la ciencia contemporáneos a él, como Kuhn o Feyerabend. Consideró que la tarea de estudiar desde un punto de vista filosófico cómo se desarrolla el conocimiento científico no podía dejar de lado en absoluto la necesidad de establecer criterios serios de racionalidad y de honestidad intelectual, y en este sentido su figura es una solitaria isla de demarcacionismo es un periodo convulso y poco comprometido de la filosofía de la ciencia.

Lakatos se acerca mucho en ciertos aspectos a Kuhn, al que, sin embargo, criticó con vehemencia, centrándose en la racionalidad interna de los procesos de cambio interteórico en ciencia, en lugar de en la historia externa de la ciencia y en los condicionantes históricos o sociológicos que siempre presenta. Para ello, elaboró una nueva propuesta de caracterización del quehacer científico, el falsacionismo sofisticado, y un criterio de demarcación basado en la capacidad de los programas de investigación para realizar nuevas predicciones y descubrimientos de hechos nuevos. No se trata ya como sucedía con las propuestas demarcacionistas clásicas como el falsacionismo o el confirmacionismo— de una demarcación basada en el análisis sintáctico de las hipótesis y teorías a fin de detectar la presencia o ausencia de metafísica en sus postulados. Se trata, en cambio, de un nuevo planteamiento del problema que incorpora muchas novedades y que hace más sofisticados los parámetros para establecer la cientificidad de un programa de investigación.

El falsacionismo sofisticado que propuso Lakatos es desarrollado en detalle La metodología de los programas de investigación científica (Lakatos, 1978) y tiene sus orígenes en una severa revisión crítica de la filosofía de la ciencia anterior a él, especialmente dura con el falsacionismo popperiano. La pretensión de Lakatos es superar los supuestos erróneos y los problemas que se derivan de la aplicación del falsacionismo ingenuo y dogmático al análisis histórico de la ciencia. Sostiene en este sentido que la aplicación estrictamente ortodoxa del falsacionismo anterior a él supondría la total imposibilidad hacer un análisis correcto y racional del desarrollo histórico de la ciencia, así como una metodología demasiado estricta que de aplicarse detendría su avance. Las críticas de Lakatos a los intentos demarcacionistas anteriores a él son, sobre todo, tres. (1) Suponer que hay una frontera natural entre enunciados teóricos y básicos. (2) Suponer que los enunciados básicos son enteramente demostrables por la experiencia. Y (3) suponer que una teoría es científica únicamente si tiene una base empírica sólida desde su misma formulación inicial. El principal problema de estas ideas es que si seguimos sus directrices de manera estrictamente ortodoxa respecto de la racionalidad científica, muchos de los episodios de la historia de la ciencia quedarían retratados como profundamente irracionales una idea que validaría en buena medida las opiniones de Kuhn.

Lakatos consideraba que su falsacionismo sofisticado era capaz de ofrecer una perspectiva que no caía ni en el dogmatismo ni en el simple convencionalismo para explicar la racionalidad científica, ofreciendo así las bases teóricas necesarias para hacer reconstrucciones históricas racionales de los desarrollos de los programas de investigación científicos. Sin embargo, es bastante más laxo que sus predecesores con la metafísica. Desde su punto de vista, una teoría no ha de eliminarse de entrada por ser sintácticamente metafísica. Puede llegar a ser valiosa y científica siempre que sea un programa progresivo y aporte hechos nuevos, siendo probable y deseable que con el tiempo acabe desterrando estos supuestos metafísicos.

Una de las principales diferencias existentes entre el falsacionismo sofisticado y las anteriores versiones del falsacionismo y del confirmacionismo es que este se aplica a series de teorías y no a teorías aisladas. Lakatos cambia así los términos generales de la discusión, criticando la artificialidad de los análisis diacrónicos de las teorías científicas, abogando por realizar un análisis sincrónico del desarrollo de los programas de investigación a lo largo de su historia. Tiene en cuenta para ello las sucesivas teorías con las que trabajaron los científicos durante la historia del programa y el avance, deterioro o estancamiento del mismo a lo largo del tiempo. La noción de teoría queda así sustituida por la de programa de investigación. Por otro lado, la falsación tiene ahora un carácter histórico, desechando así la racionalidad instantánea de Popper y sus experimentos cruciales. La suerte de los programas de investigación se decidirá a la luz de la historia de sus desarrollos y no en sus derrotas y victorias aisladas.

Los programas de investigación competirían entre sí a lo largo del tiempo como si fueran individuos animales, avanzando de forma paralela y tratando de asimilar sus mutuos intentos de refutación en éxitos explicativos es decir, tratando de convertir sus disconfirmaciones en confirmaciones— y afianzando sus propias teorías en base a confirmarlas progresivamente con el descubrimiento de nuevos hechos y predicciones exitosas. El fin de esta competición es, como se puede esperar, intentar dejar al programa rival sin posibilidades de reformular sus postulados básicos y convertirse nuevamente en un programa progresivo. El criterio de honestidad del científico consiste, para Lakatos, en tratar de proponer o de adherirse a teorías que anticipen hechos nuevos y en rechazar aquellas que hayan sido superadas por otras más predictivas y potentes después de un cierto tiempo de tolerancia, porque hemos de contemplar siempre la posibilidad de que una teoría se reformule y vuelva a la carga tras una derrota evidencial. Tampoco hay ahora base teórica objetiva, con lo cual existe una interacción constante entre el científico teórico y el experimental. Lakatos contempla como válida la posibilidad de que un científico teórico trate de salvar su tesis realizando un «recurso de apelación», esto es, revisando la teoría observacional en la cual se ha apoyado el experimento disconfirmador. En estos casos también entrarán en competición ambas teorías la interpretativa y la observacional— imponiéndose, nuevamente, la más progresiva.

Dado que ahora son los programas de investigación científicos el centro de atención en el análisis de la ciencia, Lakatos dedica importantes esfuerzos a caracterizar en detalle la estructura interna que presentan.

Según sus planteamientos, un programa de investigación consistiría en:

  1. Un núcleo firme: Los programas de investigación son sucesiones de teorías T1, T2… Tn— de forma que unas se generan a partir de las anteriores y todas comparten un mismo núcleo firme o duro. Este núcleo son las hipótesis fundamentales del programa, consideradas irrefutables por decisión metodológica de la comunidad científica que lo conforma. Por ello, la comunidad de investigadores no le aplicará el Modus Tollens y lo mantendrán intocable, tratando de confirmarlo y protegerlo.

  1. Un cinturón protector: Son una serie de hipótesis auxiliares confirmadas que se encargan de proteger al núcleo de los intentos, por parte de los programas de investigación rivales, de aplicarle el Modus Tolles, de forma que sea resistido por el cinturón en lugar de verse afectado. De este modo, las anomalías que vayan surgiendo generarán cambios únicamente en el cinturón. El programa será exitoso si con cada modificación del cinturón se predicen hechos nuevos será entonces un programa de investigación progresivo. Si el programa se estanca, este cinturón se debilitará poco a poco hasta que, finalmente, el núcleo se vea expuesto y finalmente sea destruido y refutado. La teoría ya no podrá recomponerse de los golpes recibidos y acabará sucumbiendo ante otro programa de investigación rival.

  1. Una heurística negativa: Son reglas heurísticas que determinan lo que no han de hacer los integrantes del programa en su trabajo diario, especialmente aplicar el Modus Tolles al núcleo y dejar que se debilite el cinturón protector de hipótesis auxiliares que lo protegen.

  1. Una heurística positiva: Son reglas heurísticas que dictaminan lo que deben hacer los científicos en su trabajo diario para desarrollar de forma exitosa el programa definir sus problemas, tratar de solventarlos, trazar el plan para la construcción del cinturón protector, prever anomalías para convertirlas en soluciones exitosas, etc.. Estas reglas heurísticas positivas suponen un conjunto estructurado que funciona como una guía para el investigador en relación a cómo proteger el programa de sus refutaciones recalcitrantes. Incluye también un conjunto de modelos, inspirados en el núcleo y en el cinturón protector, que tratan de simular la realidad. Los modelos van cambiando debido tanto a resolución o surgimiento de las anomalías como por dificultades teóricas dentro del propio programa, como, por ejemplo, la falta de consistencia.

Es interesante poner de relevancia que para Lakatos es válido que los científicos trabajen de espaldas a los hechos durante un tiempo, desarrollando sus modelos ajenos a los datos proporcionados por las teorías observacionales. El desarrollo del modelo puede llevarse a cabo hasta que esté suficientemente maduro como para ser contrastado con éxito y soportar las críticas, como hicieron teóricos tan exitosos como Darwin o Newton. Los primeros modelos pueden ser sumamente erróneos, pero se irán mejorando y refinando progresivamente. Constituirán, entonces, un conjunto de condiciones iniciales posiblemente en conjunción con algunas teorías observacionales— del que se sabe que deberá ser sustituido en el desarrollo posterior del programa, e incluso, a veces, cómo o por dónde deberá serlo. De este modo, la heurística positiva es más flexible que la negativa y el núcleo, ya que puede y de hecho, en opinión de Lakatos, suele— contener nociones metafísicas. La metafísica ha de ser erradicada progresivamente del núcleo y del cinturón, pero podría ser sana en la construcción de modelos imaginativos. Es bastante importante en este sentido el papel de la imaginación en los modelos, ya que a veces, cuando un programa de investigación entra en fase regresiva, un cambio imaginativo o creativo en la heurística positiva podría cambiar su rumbo. Un programa puede seguir avanzando contra viento y marea viéndose atacado constantemente por disconfirmaciones de todo tipo para, finalmente, triunfar. Pero, para ello, tendrá que ser sometido a la dura crítica, cambiar sus presupuestos sin caer en el dogmatismo y estar dispuesto a ser abandonado cuando ya no sea capaz de dar más de sí.

De este modo, son las contrastaciones y no las refutaciones las que mantienen en marcha al programa a través de la heurística positiva, evidenciando su poder heurístico y predictivo. De hecho, para Lakatos, y en contra de la opinión de Popper, las refutaciones no son tomadas en cuenta durante buena parte del desarrollo de los programas. Los programas de investigación miden su éxito en base a su poder heurístico y es aquí donde Lakatos establece su criterio de demarcación. El verdadero problema que hace saltar las alarmas por la posibilidad de estar realizando un ejercicio ajeno a la ciencia sería cuando los investigadores trabajan en programas puramente regresivos, cuya heurística positiva ya no tiene contenido, y se ven obligados por elllo a centrarse plenamente en las anomalías. A fin de valorar este hecho y de denunciar a tales programas y a sus productos como pseudocientíficos, las reconstrucciones históricas que se realicen de él habrán de atender a la dialéctica entre su heurística positiva y su heurística negativa y al estado de deterioro en el que se encuentra el núcleo. La agonía de un programa puede ser larga, ya que mientras se ve abocado hacia la dinámica regresiva que derive al colapso de su núcleo puede apoyarse en recursos de apelación hacia teorías observacionales o hacer algún cambio aparentemente prometedor en su heurística positiva.

Como vemos, la tolerancia filosófica de Lakatos es bastante grande, aunque sin perder de vista la normatividad. Incluso un nuevo programa de investigación que comience su recorrido puede comenzar simplemente por explicar hechos antiguos, reformulando y acomodando de una forma novedosa y heurística hechos cuya explicación ya había sido abordada por otros programas, o por el propio programa del que ha nacido él mismo como un injerto herético respecto al núcleo. Algunos de los programas de investigación más importantes de la historia de la ciencia comenzaron su andadura como injetos en programas más antiguos, en relación a los cuales acabaron siendo claramente inconsistentes, y ni el falsacionismo ingenuo y ni el justificacionismo no son capaces de recoger este hecho. Esto se debe a que ninguno de los dos contempla el crecimiento sobre fundamentos inconsistentes. El joven programa injerto va creciendo y genera, tarde o temprano, disidencias internas y crisis que no pueden ser justificadas ya por hipótesis ad hoc que traten de reunificar el programa. Termina así la coexistencia pacífica, dando paso a una etapa de simbiosis competitiva para que, finalmente, el joven programa acabe tragándose al antiguo o sucumbiendo ante él.

Uno de los puntos fuertes del falsacionismo sofisticado es su capacidad para desarrollar un marco teórico viable y flexible para la práctica científica, capaz de explicar racionalmente su desarrollo histórico y de no asfixiar la libertad de pensamiento dentro de la ciencia. Mientras un programa joven de investigación pueda ser reconstituido racionalmente como un cambio progresivo, debe ser protegido durante un tiempo de sus poderosos rivales ya establecidos y evitar así que lo devoren. Un buen ejemplo de estas virtudes es el análisis que hace Lakatos de las revoluciones científicas, en el que toma distancia de Kuhn. Es en estos procesos revolucionarios de cambios de paradigmas donde Kuhn observa un repunte de irracionalidad en el seno de la ciencia en contraste a la rutinaria ciencia normal, Lakatos, en cambio, pretende dar a los procesos de cambio interteórico un carácter racional.

Criticó a Kuhn por no tratar de expulsar de la práctica científica a los programas de investigación que se puedan convertir en una cosmovisión y que se autoproclamen árbitros y canon entre la explicación y la no-explicación científica. Esto, considera, supondría establecerlos como una realidad metafísica de manera dogmática, establecer la ciencia normal como la dictadura de un único programa, cuando en ciencia todo debe ser expuesto a la crítica. Sería equivocado en este sentido suponer que se debe ser fiel a un programa de investigación hasta que este haya agotado todo su poder heurístico; que no se debe introducir un programa rival antes de que todos acepten que el que se tiene entre manos ya ha alcanzado el nivel de regresión total. Los programas no deben convertirse en clubs o en sectas; han de darse cambios interteóricos racionales en los que los científicos deben verse impelidos a abandonar sus programas ya destruidos. Hacer lo contrario, en su opinión, no sería una actitud honesta. Lakatos lamenta que esta sea la postura que él interpretaba que Kuhn defendía, argumentando que su ciencia normal no es más un programa de investigación que ha obtenido el monopolio. 

La actitud dogmática en la ciencia fue descrita por Kuhn como un rasgo fundamental, pero el marco conceptual desde el que Kuhn aborda la continuidad de la ciencia es el socio-psicológico, mientras que el de Lakatos es, además, normativo. Rechaza el relativismo y la visión deformada que considera que ofrece Kuhn, observando la continuidad de la ciencia a través de unas gafas popperianas. En sus palabras, “donde Kuhn ve ‘paradigmas’ yo veo también programas de investigación racionales”.

Aplicación del criterio falsacionista sofisticado a un caso práctico

De la metodología de Lakatos podemos extraer tres niveles en los que sería posible que se sitúe un programa de investigación. (1) Ciencia inmadura o protociencia, que suelen ser injertos en programas más grandes. Son meras conjeturas que funcionan en base a ensayos y errores, que pueden verse confirmadas y avanzar hacia el próximo nivel o desecharse a la luz de la evidencia. (2) Ciencia madura, que se establece cuando la protociencia comienza su andadura como programa de investigación independiente al separarse del programa que lo alumbró y desarrolla la estructura interna propia de un programa maduro. Y (3) pseudociencia, que no es necesariamente una característica de la estructura sintáctica de las proposiciones, sino un grupo de investigadores que desarrolla un programa fraudulento que está en un estado totalmente degenerativo, con el núcleo ya refutado, que en el mejor de los casos nunca nunca pasó de ser una protociencia y que debió abandonarse en su momento. Siguiendo el espíritu de Lakatos de prestar atención a la historia de la ciencia y a los casos prácticos, ejemplificaré el funcionamiento de su metodología reconstruyendo racionalmente, de forma muy breve, un programa de investigación. Abundan en la filosofía de la ciencia los análisis al estatus y al desarrollo de las teorías de la física, por esta razón, yo prefiero decantarme por aplicar sus ideas a un programa de investigación perteneciente a otra rama de la ciencia: la genética (Bowler, 1989; Siddartha, 2016).

Durante la segunda mitad del siglo XIX se desarrollaron varios programas diferentes de investigación en relación al estudio de la herencia biológica, cuyo interés residía, principalmente, en la mejora de las especies empleadas en la agricultura y en la ganadería. De este modo, se comenzaron a desarrollar diversas hipótesis de carácter especulativo a fin de explicar el fenómeno y controlarlo. Todas ellas comenzaron a competir y a buscar instancias de confirmación para sus proposiciones, llegando a desarrollar algunas sus propios programas de investigación. La diferencia entre todas ellas residía en dos puntos principales: su postura en relación a la herencia de los caracteres adquiridos y sus diferentes intentos de explicar el proceso mecánico que permitía la herencia vertical de determinados caracteres a lo largo de los árboles genealógicos. Lamarck había desarrollado una teoría de la herencia en la cual se primaba la herencia de los caracteres adquiridos, pero que dejó la explicación mecánica del proceso en la mera postulación de la existencia de determinados «fluidos» que eran los encargados de que la progenie herede las características de sus antepasados.

Darwin, al contrario que Lamarck, desarrolló la teoría de la pangénesis, que postulaba el carácter discreto de los caracteres unas tales «gémulas» que por vía sanguínea se transmitirían a los gametos— y, aunque admitía como posible la herencia de los caracteres adquiridos, dio casi toda la importancia en el proceso hereditario a la herencia «dura», no adquirida. Ambas teorías compitieron durante un tiempo, pero el programa de investigación iniciado por Darwin fue sumamente prolífico para explicar las observaciones realizadas por los científicos experimentales. Estos éxitos llevaron a reformular la teoría varias veces a través de diversos teóricos Galton, Weismann, De Vries, etc.— que modificaron su heurística positiva, refinándola, y aumentaron el cinturón protector de hipótesis auxiliares convirtiendo los casos negativos en confirmaciones del núcleo y quedando éste cada vez más protegido.

Los programas de investigación rivales que contemplaban la herencia de los caracteres adquiridos como parte fundamental de su núcleo entraron en una fase regresiva, viéndose necesitados de reformular su heurística positiva y de centrar la atención en las anomalías recalcitrantes que comenzaban a inundar sus teorías. Observando la disputa con retrospectiva, podemos localizar dos momentos experimentales de suma importancia que podemos caracterizar con prudencia como «cruciales», aunque únicamente en retrospectiva. Por un lado, el experimento realizado por Waissmann (1889) en el cual cortó la cola a veintidós ratones a lo largo de una misma línea matrilineal, desautorizando una de las leyes que contenía el núcleo del lamarckismo: la ley del uso y desuso. El tamaño de la cola de los vástagos del ratón número veintitrés, pese a las veintidós generaciones pasadas sin utilizar la cola, no se vio afectado. Ello supuso un duro golpe a la herencia adquirida, que no fue capaz de reformular sus planteamientos para convertir este caso disconfirmador en una confirmación, refinando el modelo de su programa o desautorizando la teoría observacional de Waissman. Por otro lado, el otro gran hito de los comienzos del desarrollo del programa de investigación de la genética moderna fue el redescubrimiento del experimento realizado por Gregor Mendel.

El experimento de Mendel, publicado en una revista alemana casi desconocida hacía más de treinta y cinco años, pertenecía a un programa de investigación que no se ocupaba propiamente de las leyes que subyacen a la herencia biológica se trataba de un escrito dedicado a la hibridación de plantas en el cual se incluía, brevemente, el famoso experimentos con los guisantes, sin embargo, dio un serio espaldarazo al programa de la herencia dura y de los caracteres discretos. El programa pudo reformular su heurística positiva, que en esos tiempo ya estaba bastante desarrollada por Waismann y De Vries, que habían localizado los procesos hereditarios en el núcleo de las células y en estructuras moleculares, y adaptar su terminología a la más potente y heurística terminología mendeliana de «elementos» y «alelos». El programa era ahora, pese a todos los problemas que aún tendría que afrontar, extraordinariamente progresivo. Era cada vez más capaz de explicar una gran cantidad de casos y de predecir muchos hechos nuevos, mientras que sus rivales eran cada vez más decadentes y regresivos en relación a sus predicciones y explicaciones, y, con ello, sus núcleos se iban hiriendo de muerte.

Podemos observar en el desarrollo de la genética mendeliana todas las características desde la protociencia hasta la ciencia madura en la forma de programa de investigación lakatosiano. Comenzó siendo un conjunto de audaces propuestas que se fueron descartando o convirtiendo en pequeños programas de investigación. Generó, posteriormente, un programa de investigación plenamente estructurado, con extensión en el tiempo y competencia directa, que se desarrolló progresivamente haciendo predicciones y generando nuevas y cada vez más potentes, refinadas y exactas heurísticas positivas: desde las «gémulas» de Darwin, al «plasma germinal» de Weissman, a los «pangenes» de De Vries, a los «elementos» de Mendel, a los «cromosomas» ya en siglo XX con los descubrimientos de Morgan, a la molécula de «ADN» con Watson y Crick y, en lo que quizás podríamos mencionar como la última reformulación heurística del modelo de la genética contemporánea, a los «genes egoístas» de Dawkins.

Podemos reconstruir también, como si de un árbol genealógico se tratara, de dónde procede la genética mendeliana, al haberse formado como un injerto en programas anteriores como la citología y los programas de investigación en mejoramiento de los recursos agrícolas y ganaderos. Además, también es posible reconstruir su asociación y puntos de encuentro con otros programas exitosos con los cuales era lógica y empíricamente convergente y que le ayudaron a superar algunos de sus casos racalcitrantes. Este es el caso, por ejemplo, de la activa colaboración con la teoría darwinista de la evolución en la denominada «síntesis neodarwinista», o la ayuda de la dinámica de poblaciones y la teoría de juegos para explicar algunos casos que la genética a solas tenía problemas para explicar hablo de, por ejemplo, los genes que potencian el comportamiento altruista, regulan la agresividad o la reproducción sexual. Podemos reconstruir racionalmente su desarrollo y su evolución sin tener que recurrir a conceptos de cuño kuhniano como «revolución» o «inconmesurabilidad». En todo momento sería posible rastrear los razonamientos de los científicos y reconstruir racionalmente sus avances.

Me he ocupado hasta ahora de lo que concierne a la aplicación práctica de lo que Lakatos denomina un «programa de investigación», pero aún queda por poner en práctica otras dos ideas importantes de su metodología: la idea de la racionalidad de los cambios interteóricos y la caracterización de la pseudociencia. La primera de estas ideas parece bastante clara a la luz de esta breve y esquematizada historia de los comienzos de la genética. Era más racional adherirse al programa de investigación de la genética de los caracteres segregados y de la herencia dura que a los programas que propugnaban la herencia de los caracteres adquiridos no hace falta ni mencionar la total irracionalidad que hubiera supuesto, ya a finales del siglo XIX, adherirse a un programa de investigación fijista o que invocara la mano de Dios. Los teóricos que se habían quedado rezagados tratando de rescatar a los programas rivales con toda legitimidad, por otra parte— no podían esperar adquirir nuevos prosélitos, dado que los nuevos investigadores se veían racionalmente impelidos a adherirse a las propuestas mendelianas por ser un programa mucho más seductor.

Veamos ahora un caso de pseudociencia en genética: el lysenkoísmo (Soyfer, 1994; Schlager y Lauer, 2001). El programa lysenkoísta de investigación se desarrolló con el auspicio del régimen comunista soviético desde finales de los años 20 hasta bien entrados los 60. El lysenkoísmo fue un programa de investigación absolutamente ideologizado que se presentó como la realización en biología del materialismo dialéctico, recuperando para ello una gran parte del núcleo central del programa lamarckista de transmisión de caracteres adquiridos. Su principal objetivo fue desarrollar una ciencia agrícola que fuera la base del nuevo sistema de producción de alimentos en la Unión Soviética de Stalin y, más adelante, también en la China de Mao. Dejando de lado cuestiones como el culto a la personalidad de Lysenko, sus ideas arraigaron fuertemente dentro de los círculos comunistas por dos razones, ambas de carácter ideológico y no experimental. Primero, porque negaba la «genética occidental», tratando de degradarla a mera «ideología burguesa». Calificaba la existencia de los cromosomas y del ADN como meras «leyendas urbanas occidentales», dando pie a la posibilidad de la total libertad de modulación de la naturaleza humana por factores ambientales. Una idea que encajaba mucho mejor en los planes utopistas de los comunistas que la herencia dura y la competencia biológica por la supervivencia.

En segundo lugar, porque Lysenko prometió que aplicando las técnicas agrícolas basadas en sus alucinadas ideas la Unión Soviética sería capaz de aumentar su producción agrícola muy baja en relación al nivel de población del país, hasta el punto de eliminar los riegos de hambrunas y de convertir al país en una potencia en producción primaria y en biotecnología. Las consecuencias de esto, cabe recordarlo, fueron trágicas. Lysenko y sus seguidores se encargaron de mandar a campos de  «reeducación» y de trabajos forzados a centenas de biólogos, calificándolos de «burgueses reaccionarios prooccidentales». La puesta en práctica a gran escala de sus ideas en la agronomía soviética supuso una auténtica catástrofe, causando una gran cantidad de hambrunas en la Unión Soviética y en la China de Mao que se calcula ocasionaron entre 15 y 40 millones de muertes por inanición.

Pero, ¿por qué debemos calificar como pseudociencia al lysenkoísmo y no como un mero programa de investigación científico fallido? Al fin y al cabo, todos los programas científicos son llevados a cabo por humanos que cometen errores y los programas van avanzando poco a poco. Desde las propuestas demarcacionistas clásicas, el secreto de la definición del lysenkoísmo como una pseudociencia estribaría en que no constituía una teoría cuyas proposiciones fueran falsables o confirmables. Según la postura de Lakatos, en cambio, esta situación no bastaría para descalificar un programa de investigación siempre y cuando arroje buenos resultados, desarrollando tecnología útiles y prediciendo hechos nuevos. Evidentemente, el lysenkoísmo ni se acercaba a cumplir tal requisito.

Se trataba, más bien, de la recuperación de un programa de investigación totalmente degradado, el lamarckismo, cuyo núcleo había sido ya refutado, en conjunción con una serie de ideas peregrinas propias de la imaginación de Lysenko. La heurística negativa del programa casi inexistente más allá de la protección ideológica— era incapaz de proteger racionalmente al núcleo de las disconfirmaciones. Desde el punto de vista de Lakatos, esas son las verdaderas razones por las que se trataba de un programa irracional y pseudocientífico. La suerte del lysenkoísmo es que estuvo protegido bajo el manto del régimen estalinista y que fue parte integrante a una ideología totalitaria que no permitía que fuera sometido a la crítica como son sometidos los programas científicos. Esta situación no hizo más que agrandar y hacer más grave su estatus de pseudociencia.

La pseudociencia puede ser de dos tipos según la caracterización de Lakatos. Un programa de investigación puede ser pseudocientífico porque es un programa ya totalmente degradado cuyo núcleo ha sido refutado y no es defendido por ningún cinturón de hipótesis auxiliares ni rescatado por movimientos en la heurística positiva aunque en su momento sí fuera un programa progresivo. El otro caso sería el de una hipótesis que nunca ha dado frutos y que, sencillamente, nunca ha sido un programa de investigación propiamente dicho. El lysenkoísmo puede ser calificado como un representante de la primera clase de pseudociencias, al constituir un intento ideologizado de rescatar un programa que tuvo sentido en su momento, pero al que ya no es racional adherirse. El otro tipo de pseudociencias, aquellas que ni siquiera constituyen la vuelta desde el inframundo de un programa muerto por razones ajenas a la ciencia son las más comunes. La homeopatía, por ejemplo, pertenecería a este grupo.

No hay ningún resultado que avale el núcleo de la homeopatía, ni pasado ni presente. El cinturón de hipótesis auxiliares es deficiente al estar basado en dos postulados no confirmados y aceptados dogmáticamente: que el agua tiene memoria y de que sus preparados tienen efecto por encima del placebo. Los «suicidios homeopáticos» la práctica de tomarse toda una caja, o varias, de pseudotranquilizantes homeopáticos, los estudios químicos de sus preparados y, sobre todo, los resultados experimentales de sus efectos con estudios de doble ciego, han refutado tanto su cinturón de hipótesis auxiliares como su núcleo. Pero a los homeópatas todo ésto no parece importarles demasiado, dado que a estas alturas ya operan totalmente al margen de toda racionalidad científica. Esta situación, como se ha indicado, también encaja con el criterio de Lakatos.

Problemas del criterio de demarcación del falsacionismo sofisticado

Los logros de Lakatos a la hora de explicar el funcionamiento y la dinámica de los programas de investigación son notables. Lakatos realizó una investigación cuasi-empírica del funcionamiento de la ciencia y la reconstruye tratando de separarla de otros modos de investigación que podríamos calificar como pseudocientíficos. Para ello, postula la existencia de una reglas que rigen racionalmente el cambio interteórico y el desarrollo de los programas. Pero este es justamente el punto débil de sus planteamientos y el flanco por el cual sus ideas han recibido la mayor cantidad de críticas. Fueron dos sus más férreos críticos. Su rival y respetado colega Thomas Kuhn y su también rival, pero cercano amigo, Paul Feyerabend. Ambos, de hecho, expresaron ideas muy parecidas contra Lakatos. Me centraré en las críticas de Kuhn, que expresó sus opiniones de una forma más concreta y estructurada Feyerabend.

Kuhn se interesó mucho por las ideas de Lakatos debido a que, aunque parezca paradójico, vio en él a un autor súmamente afín a sus planteamientos, cuyas ideas reforzaban sus propuestas filosóficas en relación a los paradigmas. Las críticas de Kuhn a Lakatos están perfectamente expuestas y delineadas en unas concisas páginas recogidas en Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales (Lakatos, 1984). Pueden resumirse en una única cuestión: la imposibilidad de Lakatos de fundamentar las reglas de racionalidad que propone y elevarlas así del estatus de meros valores que Kuhn les otorga. El pequeño escrito que dedica a Lakatos es especialmente revelador por dos razones. Primero, porque Kuhn trata de dejar claro que Lakatos lo acusa de tener un posición extremista que el niega mantener o haber mantenido y, en segundo lugar, porque dedica amplios pasajes a demostrar las similitudes existentes entre su trabajo y el de Lakatos.

Kuhn indica que ambos están interesados en explicar la historia de la ciencia y en desarrollar una metodología (cuasi)empírica para ello. Hace una analogía entre sus «paradigmas» y los «programas de investigación» de Lakatos, indicando que los considera términos sinónimos. Todo ello pese a que Lakatos atacó vehementemente a Kuhn en sus escritos, criticando por varios frentes sus ideas al considerarlas una apología del irracionalismo. Si bien Kuhn no va tan lejos de forma explícita, sí se ha supuesto que lo que realiza es una traducción de los componentes de sus matrices disciplinares a la terminología lakatosiana de los programas de investigación. Considera que lo que Lakatos denomina «núcleo duro» puede ser traducido por su nuevo y restringido concepto de paradigma —expuesto en Segundos pensamientos sobre paradigmas (Kuhn, 1974), integrado por generalizaciones simbólicas, modelos y ejemplares. El trabajo rutinario en el cinturón protector de hipótesis auxiliares a lo que él denomina «ciencia normal» y las «fases degenerativas de los programas» a sus «crisis». El argumento de Kuhn ante los ataques de Lakatos es de la forma tu quoqe: si sus ideas han de ser tildadas son irracionalista, entonces las de Lakatos también, dado que las similitudes son tan grandes que es posible realizar una traducción directa entre ambas posturas. En palabras de Kuhn o ambos somos defensores de la irracionalidad, cosa que dudo encaje con Lakatos, o de otro modo, como creo yo, ambos pretendemos cambiar la noción vigente de lo que es la racionalidad”.

Kuhn llega a decir que le reconforta haber leído las ideas de Lakatos, porque ya no se va a sentir solo en la arena de debate nunca más, y muestra una cierta irritación por la testarudez con la que este negaba sus grandes paralelismos —“¿Por qué razón (…) es Lakatos tan incapaz de verlos?”— y lo ataca tildándolo a él de irracionalista. Lo acusa de haber caído en dos errores fundamentales. En primer lugar, considera que su separación entre la historia interna y la historia externa de los programas no es tan clara como él supone que es. En la concepción lakatosiana es a la historia interna aquella a la que ha de prestar especial atención el filósofo, siendo la historia externa eventos ajenos a la dinámica de investigación racional del programa que tiene interés para el sociólogo de la ciencia pero no para el filósofo. Incluso la tenacidad casi irracional de algunos investigadores al aferrarse a programas degenerativos ha de ser explicada como propio de la racionalidad científica de tratar de reflotar los programas, y no explicarlo, como hace Kuhn, desde sesgos psicológicos o rasgos sociológicos propios de la historia externa.

Esto es, en efecto, lo que he hecho cuando he reconstruido esquemáticamente la historia de la genética mendeliana. No he hecho mención a la época victoriana, ni a la vida personal de Mendel, ni a los movimientos eugenésicos. Simplemente he suministrado una lista ordenada de cuestiones de índole racional que hicieron más progresivo al programa, indicando que tales razones avalaban el cambio interteórico hacia la genética mendeliana como un movimiento racional por parte del investigador. Sin embargo, la expulsión de estas cuestiones de la reconstrucción de los programas es a ojos de Kuhn un movimiento poco honesto y la fuente de su segunda gran error, dado que Lakatos estaría acomodando la historia a su propia visión de las cosas, seleccionando los hechos y narrándola de un modo tal que avale sus ideas. Llega a decir que “lo que Lakatos concibe como historia, no es historia sino filosofía que inventa ejemplos”. Para Kuhn, Lakatos tiene la “necesidad de protegerse de la historia real” debido a que esta, tomada en su conjunto y con todos su parámetros, no es capaz de sustentar y de confirmar la existencia de la metodología normativa que pretende describir. Dice que mientras que él pretende establecer un criterio de racionalidad que se ajuste a los hechos, Lakatos pretende comenzar a construir la casa por el tejado y ajustar los hechos a su criterio preestablecido.

Lo que separa a Lakatos de Kuhn y de Feyerabend es básicamente su intento de (1) establecer un criterio de demarcación entre ciencia y no-ciencia que sea aplicable tanto al futuro como al pasado. Y (2) el establecimiento de unas normas metodológicas objetivas que permitan expulsar a la irracionalidad de la práctica científica que Lakatos encuentra en nociones como inconmesurabilidadpersuación paradigma. Podemos estar de acuerdo con el pathos demarcacionista que muestra Lakatos pero, sin embargo, no podemos sino darle cierta razón a Kuhn en algunas de sus incisivas observaciones. Quizás la historia interna y la externa puedan estar más delimitadas de lo que a Kuhn le agradaría y la labor de Lakatos como historiador no haya sido tan deficiente como para ser ciencia ficción, pero tiene razón cuando afirma que el punto débil de las ideas de Lakatos reside en su intento no consumado de cambiar los valores epistémicos que ambos defendían por reglas metodológicas de carácter normativo que permitan dirimir si tal o cual programa o cambio interteórico es racional o no lo es. Los valores influyen mientras que las reglas determinan y, por supuesto, hay que fundamentarlas en profundidad.

Lakatos denomina «código de honor» o «código de honestidad científica» a la aplicación de estas normas. Kuhn replica que el código de honor lakatosiano no está fundamentado en nada más allá de la aplicación de los valores que la comunidad científica considera positivos y no en cuestiones objetivas, “pues un código consta de valores, no de reglas, y los valores son intrínsecamente una posesión de la comunidad”. De este modo, Kuhn asesta un duro golpe a la parte más importante del programa lakatosiano y a aquello que lo hacía diferenciarse del resto de autores del giro histórico de la filosofía de la ciencia o del naturalismo no normativo: su insistencia en la racionalidad intrínseca a la práctica científica. Lamentablemente, Lakatos no pudo contestar a las críticas de Kuhn como hubiera sido deseable debido a su prematura muerte.

¿Es posible determinar y fundamentar por qué han de ser tales reglas las que determinen la práctica científica y no otras? Lakatos considera que una razón objetiva para el cambio interteórico la suministra un programa de investigación capaz de explicar el éxito previo de su rival y que lo supere mediante un despliegue adicional de poder heurístico. Las razones de Lakatos suelen ser las aceptadas en la práctica científica habitual, pero no constituyen un factor realmente objetivo si nos circunscribimos a sus planteamientos. No se fundamenta en una teoría del conocimiento firmemente construida sobre bases sólidas que expliquen por qué el conocimiento elaborado en base a la metodología de la ciencia es superior. Sin embargo, Lakatos sí elabora una teoría del aprendizaje que combina varias tradiciones diferentes —empirista, kantiana, convencionalista, etc—. Para el falsacionismo sofisticado, aprender acerca de una teoría es, fundamentalmente, aprender qué nuevos hechos anticipó, considerando así que el carácter científico de una teoría y los hechos nuevos —el progreso que genera— están firmemente relacionados. Pero Lakatos no sustenta esta teoría del aprendizaje con la profundidad que sería necesaria. Esta es la principal carencia de su postura, la fuente de la mayoría de sus críticas y el lugar por el cual, como veremos, continuaron el trabajo sus herederos dentro de la tradición demarcacionista.

Los problemas que presentan las ideas lakatosianas respecto al criterio de demarcación son, en cantidad, bastante menores que los de las propuestas clásicas, pero se trata de una cuestión de considerable profundidad. Para su solución no será necesario únicamente la agudeza filosófica basada en reajustes lógicos, sino la colaboración de la propia ciencia proporcionando estudios empíricos. Los problemas de justificación de la racionalidad científica que rige a los programas nos llevarán ahora al resbaladizo campo de la epistemología. Ya hemos visto que Lakatos diseccionó la práctica científica de una manera muy eficaz, pero, tras ello, llega hasta nosotros el problema de cómo fundamentar epistemológicamente dicha práctica. ¿Cómo fundamentar las normas que han de regir a la ciencia? ¿Cómo nos desembarazamos del enfoque psicosocial del giro histórico y del todo vale? El problema consiste ahora en encontrar roca dura desde la cual poder establecer una teoría de la racionalidad de la ciencia. Y eso es un problema bien jodido.

Por Angelo Fasce

Bowler P (1989) The Mendelian Revolution. The Emergence of Hereditarian Concepts in Modern Science and Society. Baltimore: The John Hopkins University Press.

Kuhn T (1974) Second Thoughts on Paradigms. In: Suppe F (ed) The Structure of Scientific Theories. Urbana: University of Illinois Press.

Lakatos I (1978) The Methodology of Scientific Research Programmes. Cambridge: Cambridge University Press.

— (1984) Historia de la Ciencia y sus Reconstrucciones Racionales. Madrid: Tecnos.

Schlager N, Lauer J (2001) The Disastrous Effects of Lysenkoism on Soviet Agriculture. Science and Its Times: Understanding the Social Significance of Scientific Discovery  6.

Siddartha M (2016) The Gene: An intimate history. New York: Penguin.

Soyfer V (1994) Lysenko and the Tragedy of Soviet Science. New Jersey: Rutgers University Press.

Waissman (1889) Essays Upon Heredity. Clarendon Press: Oxford.

5 comentarios en “Lakatos sobre la ciencia y la pseudociencia

  1. Entonces todo se resume a que no tienes una forma precisa de demarcar ciencia de «seudociencia». Y sigues sin responder, por muchas décadas el CSICOP y donde trabajas adoptaron el popperianismo como lo único y válido, ¿cómo no se te hace fraudulento que ARP-SAPC difundiera una tergiversación de la epistemología?

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  2. Hola, en tu artículo hay un fallo de concepto histórico sobre historia de la biología. El debate del Lamarkismo vs. Darwinismo no fue tal cual lo comentas, en el sentido de que el lamarkismo se abandonó mucho antes de ese debate, porque el Lamarkismo en sí mismo es una adaptación que el Lamarkismo no podía explicar, en cambio la Selección Natural no es una adaptación. El debate sobre el Lamarkismo fue breve y si se mantuvo más tiempo en otros países como Francia o Alemania fue porque la teoría de Darwin tardó en llegar. El debate y los experimentos que mencionas son sobre herencia de carácteres adquiridos, pero el Lamarkismo no es sinónimo de ello: de hecho los puntos más controvertidos del Lamarckismo no fueron esos, y Darwin no rechazaba de forma total la herencia de caracteres adquiridos. Es más, hoy en día, con la era de epigenética, se está viendo que sí que existe herencia de caracteres adquiridos que se prolongan a varias generaciones, pero en efecto, eso es una adaptación surgida mediante selección natural: el primer motivo por el cual se abandonó el Lamarckismo, porque aunque fueran ciertos algunos postulados, no podían explicar su origen al ser adaptaciones en sí mismas. Por lo demás, un artículo interesante.

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