Coaching: dominación, sectarismo y egos

El coaching no es solo una pseudociencia. Es peor que eso. Es una práctica con tintes sectarios, de control obsesivo, basada en una filosofía de vida impracticable y contraproducente, con relaciones de dependencia que, en ocasiones, rozan el sadomaso. Y no es que yo sea un experto en sadomaso, la verdad. Mi experiencia se reduce a un encuentro en un hostel con una francesa. Hui como pude después de que me cruzara la cara un par de veces y de que me hiciera algo inenarrable que preferiría no reproducir aquí. Pero me he documentado un poco—incluido el visionado de algunos vídeos algo perturbadores, que me han dejado con más preguntas que otra cosa. Evidentemente, se trata de una relación de sumisión más sutil que meterte en un baúl vestido de látex, pero esto del coaching muchas veces supone más un peligroso juego de rol de supresión de la voluntad que cualquier cosa parecida a la psicología. Y eso, en determinadas ocasiones, es un trampolín hacia el sectarismo.

La cosa no se limita a tener un origen vergonzante en un profesor de tenis medio lelo y en ser parte de los sueños lúbricos del Marqués de Sade, sino que supone además una ideología empresarial y económica agresiva e inhumana. Una ideología basada en la Felicidad—de los que mandan, al menos—, que pretende convertir al coachee—aprendiz, padawan, incauto—en un ser pusilánime y dócil. Un ser que sonría y no se queje mientras persigue sueños de felicidad nirvánica que nunca llegarán y se deja la cartera y la voluntad en manos de un donnadie con ínfulas de Miyagi, que se autodeclara gurú y gran sabio de la vida, los negocios, la felicidad y el amor.

Y ahora paso a explicar las ideas un poco mejor, que estoy invadiendo Polonia y ni he dado el discurso.

Tenis y sectas, el extraordinario poder relacional de la magufada

En 1960, un tal Hans Ji Maharaj funda una secta denominada «Misión de la Luz Divina» en la ciudad india de Patna. Los principios básicos de la secta son una especie de deformación del hinduismo, con un alto contenido de culto a la personalidad. Hans ya era famoso en la India por ser un predicador que iba de ciudad en ciudad y haber amasado una gran fortuna con ello—también tenía una sede denominada «casa del amor», cuyas actividades parecen haber hecho honor al nombre de club swinger guarro que tenía. La secta de Hans basaba toda su doctrina en la búsqueda de la Felicidad; casi todas sus acciones iban encaminadas a (1) hacer yoga y (2) reconocer que todo lo que salió de la boca de Hans es satsang y que él fue la fuente de sabiduría, dios en la tierra y autoridad última. De hecho, esta secta destructiva sigue viva en la actualidad.

En 1966, Hans deja el liderazgo de la secta a su hijo Prem Rawat, que hoy en día es un conocido conferenciante, de estos que aparecen de la nada cuando hay que rellenar algún acto que cuenta con mucho presupuesto, poco sentido y sesgos posmodernos—efectivamente, participó en el Fórum de Barcelona. Digamos que es el friki al que llamar cuando no pueden venir esos que se alimentan del sol. Prem tuvo el acierto de expandir la secta más allá de las fronteras de la India, buscando un nuevo mercado en los lisérgicos Estados Unidos de la New Age. El caso es que entre todos los mongos que decidieron unirse a su movimiento estaba un señor llamado Timothy Gallway. Ya se sabe que en EEUU tienen la extraña manía de darle becas para estudiar en la universidad al quarterback guaperas antes que al chaval necesitado del Bronx, de modo que Timothy estudiaba alguna movida, siendo su principal función dentro de la universidad ser el capitán del equipo de tenis.

El principal postulado teórico de la secta predica que no eres Feliz porque no quieres. Porque el mundo es maravilloso y todo lo que pasa es bueno y una oportunidad, ¿no lo sabes? Timothy pensaba que se podía aplicar este pensamiento al deporte, afirmando que los partidos se pierden únicamente cuando uno no está realmente convencido de que va a ganar. Vamos, que lo de entrenar, superarse y respetar las virtudes del rival es para loosers. En este tiempo estudiando pseudociencias he visto toda clase de libros inverosímiles, pero tengo que admitir que los libros fundacionales del coaching son de lejos la frikada más alucinante que uno puede echarse a la cara. Se trata de una mezcla de técnica deportiva, psicología positiva, tonterías New Age del movimiento del potencial humano—con el que el coaching siempre ha mantenido profundas relaciones—y misticismo barato pseudohindú. Encabezan estos escritos nombres tan alocados como El juego interior del tenis, El esquí interior y El juego interior del golf.

El coaching consiste, básicamente, en una especie de asesoramiento agresivo y altamente dominante. Mantiene la positividad y el principio de autoridad de la Misión de la Luz Divina, pero traslada el satsang al coach de turno en lugar de mantenerlo en un único gurú. En la actualidad, se ha convertido en un negocio multimillonario donde el intrusismo profesional respecto a la psicología es una constante, y se ha diversificado considerablemente. En un principio se contemplaba más bien desde una óptica deportiva, de ahí pasó a una empresarial, y ahora podemos encontrar coaching sexual, ontológico (¿?), personal, financiero, para liderazgo, para ligar e incluso hay una «especialidad» dedicada en exclusiva a niños con TDAH. Por supuesto, existe también el neurocoaching, no vayamos a perdernos el rentable tren de las neurotonterías. Pesea toda esta charlatanería, no pasa de ser un mero ejercicio semisectario de dominación entremezclado con espiritualidad, que establece diversas alianzas con otras pseudociencias, tales como la programación neurolingüística y aquello de la «ley de la atracción» de El Secreto.

Pero esto no se hace de cualquier manera. Bueno, sí se hace de cualquier manera, pero en teoría hay unos pasos a seguir:

– En primer lugar, llamas a un coach. Por lo general algún pobre diablo que se cree más listo de lo que es. Le cuentas tus problemas. Esta persona realiza «escucha atenta» y un «diagnóstico» sobre lo que te está pasando—en esencia, lo que le de la real gana; pero recordemos que su magna opinión es la Verdad, el jodido satsang. Esta persona diseña entonces un «camino», con metas que irás cumpliendo en total dependencia respecto a tu coach, al que debes recurrir en todo momento y pedir consejo en todos los ámbitos de tu vida.

Desaprendizaje: Hay que eliminar ideas preestablecidas y complejos. Todo aquello que no te deja cambiar debe salir volando por la ventana. Y eso incluye tu actitud negativa ante la vida—porque TODO en este vida es maravilloso y debes entender esto muy bien. Por supuesto, también deben salir volando las «personas tóxicas»; esas personas realistas que te atan al planeta tierra o que te puedan dar feedback crítico respecto a tu relación de dependencia y adoración hacia el coach. Quién es tóxico y quién no, sobra decirlo, es decisión del Iluminado. Este movimiento de aislar a la persona de sus allegados y seres queridos es una táctica típica de sectas.

Cambio: Una vez dejan de haber moros en la costa y ya está diseñado el plan de acción que más te conviene, hay que ponerse manos a la obra. En este punto el coaching es bastante tajante: actúa. Actúa, joder, actúa y no pienses. Pensar es de acabados que no conocen los caminos del tao, del Krishna, del Buda o de Mariana, relaciones públicas de la discoteca Cocoa del Puerto de Sagunto y coach. Pensar cansa, es contraproducente en el proceso de iluminación y quema valiosa glucosa. Así que calla y come.

Reaprendizaje: Ahora eres alguien nuevo. Sonríes ante las putadas, tus jefes no te tienen que aguantar, ligas mucho gracias a la PNL y las tácticas que te ha enseñado algún acosador en potencia. Te sabes el fiel perrito de tu coach. Aprende bien la lección y no reclames reembolsos.

Institucionalización: Llámalo «táctica sectaria» o «predicación», pero ahora debes anunciar la buena nueva a todo el mundo. Parte imprescindible del proceso es que captes nuevos clientes para tu coach o te conviertas tú mismo en uno. Ya eres sabio, no lo olvides. Sé muy pesado: haz que los testigos de Jehová parezcan vulgares vendedores de Herbalife.

Ni psicología, ni asesoramiento, ni sabiduría

Cualquiera puede ser coach y darte consejos para lo que sea. Nadie lo regula y basta con poner un anuncio autoproclamándose como tal. Ese es el punto que lo diferencia del asesoramiento serio. Por ejemplo, uno tiene problemas financieros o un político debe tomar una decisión sobre sanidad siendo abogado de formación. En tal caso, se podría recurrir a un experto contrastado que oferte servicios de asesoramiento y te eche un cable. Un asesor financiero es alguien que realmente sabe del tema, o un experto en salud pública en el caso del político, y te asesoran en eso y en nada más. No esperes poder llamar a tu asesor fiscal a las 2 de la mañana para preguntarle cómo montártelo con tu pareja o cómo encarar mañana la asamblea de vecinos de tu edificio. El coaching no es asesoramiento en este sentido. Es guía espiritual y toma el relevo a los curas.

Respecto a la psicología, su relación es bastante parecida a la que tienen con ella los raritos de la terapia filosófica—que aún me mandan de vez en cuando sus muestras de aprecio por email: os mando un afectuoso saludo a todos, caraduras. Lo primero que separa al coaching y de la psicología es la falta total de estudios que lo avalen como una técnica efectiva para algo. Vale la pena recordar que el código deontológico de la psicología establece de forma taxativa y muy explícita que todas las técnicas que emplee un psicólogo serio, que no son todos, han de venir avaladas por evidencia científica.

Por otro lado, un psicólogo se encarga de aplicar técnicas contrastadas en relación a un problema determinado. Es decir, si vas por un problema de ansiedad te va a tratar eso y nada más. Aquí no hay gurús ni iluminados; tu vida es tu vida y nadie tiene por qué guiarte como si fueras un niño incapaz de hacerse responsable de sí mismo. Esta actitud del psicólogo, que no suele ser respetada por los psicoanalistas, se debe a un intento por parte del código deontológico por evitar crear dependencia y relaciones duales. A un psicólogo no lo llamas fuera de horas de consulta ni te vas a ir de cervezas con él y, por supuesto, olvídate de relaciones sexuales raras: totalmente prohibidas. Se trata de una actividad profesional que ha tenido muchos problemas en el pasado con las sugestiones iatrogénicas, de modo que ahora son evitadas a toda costa. El coach, por su parte, abusa continuamente de su posición de poder, extralimitándose, creando dependencia, conflictos de intereses y alargando la relación todo lo que considere.

Os voy a contar una experiencia personal sobre el coaching que, creo, puede ayudar a ilustrar de qué va esto. Hace unos 5 años una exnovia me convenció para ir a un curso de dos días financiado con dinero público (concretamente, de la Universidad Politécnica de Valencia), impartido por la organización Desata tu Potencial. Me resistí, pero esa chica me hubiera convencido de unirme a la cienciología con solo mover un poco el pelo. Cabe decir en su defensa que a ella la convenció su hermana, y que durante el circo de los horrores que fue aquello me miraba con cara de «siento mucho haberte arrastrado a este infierno». Desata tu Potencial es una organización montada sobre la base de un montón de chavales jóvenes, captados por medios de promesas de Felicidad, que rendían culto a un estrambótico personaje llamado Juan Planes. Este tipo es un licenciado en márquetin, que en realidad tengo entendido es un niñito mimado de familia-bien, ridículamente ególatra, que actúa de gurú en estos encuentros de autosuperación y coaching coercitivo. Es, además, el dueño de Pollos Planes, y en esa época tenía una cadena de arrocerías que quebró—porque, joder, la comida era más mala que ingerir cianuro.

Nota: Os recomiendo encarecidamente investigar el pasado de los coaches. Suelen ser la gente más turbia que os podáis imaginar, en su mayoría empresaruchos de medio pelo y aspirantes a famoso. Vais a encontrar intentos penosos de carreras musicales, relación con sectas y pseudociencias de la peor calaña y un montón de trapos sucios muy jodidos.

El show consistía en un montaje muy parecido a una misa evangélica altamente sugestiva, en la que Juan enseñaba meditación trascendental, rudimentos básicos de autoayuda, incluso para cosas serias, y, cómo no, a manipular a mujeres para que se acuesten contigo—también tenía reservados algunos sabios consejos para satisfacer sexualmente a varias mujeres a la misma vez que me dejaron un poco descolocado. El contenido era un absoluto culto a la personalidad. Juan bailaba y sudaba como un poseso, pedía aplausos continuamente para sí mismo, casi siempre por haber conseguido bajar de peso y ligar muchísimo, repartía descuentos para su restaurante y le contaba a la gente los secretos últimos del mundo, la felicidad y la industria del pollo. El mensaje era dejar de ser quien eres. Porque sea lo que sea que seas, eres un sucio perdedor. A ver si me entiendes: no eres Juan Planes ni tienes un empresa que venda trozos de pájaro. Juan era más grande que Jesucristo y los Beatles juntos, un auténtico gurú, aunque yo echaba en falta algo de LSD para obtener una experiencia más inmersiva en aquel simulador del rancho de Charles Manson. El momento álgido llegó cuando puso el vídeo de Bruce Lee, el de be water my friend. Sé agua; adáptate a lo que sea y sé siempre lo que los demás esperan de ti. Todo ello con mucha parafernalia orientalista de supresión del ego. En mi humilde opinión, lo que viene siendo una secta, vamos.

Observé todo el evento desde una esquina con cara de pocos amigos, pero no sin dejar de sentir cierto respeto por Juan Planes, porque de tonto no tenía un pelo. El tipo había convencido, a golpe de dispositivas y anuncios de Volkswagen, a una gente que probablemente vivía en su mismo barrio, de que era un sabio oriental. Su séquito incluía un harén considerable—el número de chicas en la organización era arrolladoramente superior, casi todas muy guapas—, y le financiaban shows con dinero público, en los que podía sentirse el sexto rolling stone—se forraron en su momento por Valencia y alrededores. Tenía más cara que espalda y se aprovechaba de la gente, pero hay que admitir que mal no se lo había montado. Siempre hay gente sugestionable que es víctima de aquellos más dominantes y engrandecidos, a los que les basta algo de publicidad barata para captarlos—por cierto, me acabo de dar cuenta de que en este vídeo aparece uno de los directores de la organización fingiendo ser uno de los asistentes; penoso.

Sonríe, gilipollas

En El alma del hombre bajo el socialismo, Oscar Wilde tiene una opinión muy inspirada: “Con frecuencia nos dicen que los pobres agradecen las caridades y beneficios que se les hacen. Pero, si algunos de ellos indudablemente lo hacen, los mejores de entre los pobres no son nunca agradecidos. Antes al contrario, son desagradecidos, descontentadizos, indóciles y hasta rebeldes. Y hay que reconocer que, después de todo, están en su perfecto derecho. Comprenden que la caridad es una forma absurdamente inadecuada de restitución parcial o un donativo sentimental, casi siempre acompañado de una tentativa impertinente de tiranizar su vida privada… En lo que se refiere a su descontento, un hombre que no estuviese a disgusto en tal ambiente y con una vida semejante sería un perfecto estúpido. La desobediencia, a los ojos de todo el que haya leído algo de historia, es la virtud original del hombre”.

Estar descontento no es intrínsecamente malo. Ser rebelde, ser uno mismo y vivir tu vida con tus propias reglas, no es algo que esté mal. Y si tu jefe es un sátrapa, tu pareja se aprovecha de tu bondad y no te comprenden los que te rodean, cabe la perfecta posibilidad de que estés rodeado de idiotas que no estén a tu nivel. Que seas sumiso y dócil solo resulta conveniente a aquellos que te van a explotar, empezando por el reverendo subnormal de tu coach. Algo curioso de esto del coaching es que muchos de ellos lo hacen gratis, por el mero afán de controlar la vida de los demás y alimentarse el ego. El coaching está casi enteramente dominado por tipos con gran afán de dominación de la voluntad ajena. Cada vez que he conocido un caso, sea el servicio que sea, el coach acaba metiéndose en los asuntos de cama de sus sumisos. Y, de esto también he tenido bastante noticia, muchas veces también se acaban metiendo en sus bragas.

Si tienes algún problema emocional, acude a un profesional, que en los casos que suele tratar el coaching será habitualmente un psicólogo. Es posible que al consultar a un psicólogo, te diga que no tienes nada. Eso es porque no tienes nada y no necesitas de ninguna intervención. En ese caso, deja de darle vueltas al asunto. Si tienes ganas de que te dominen, compra 50 Sombras de Grey. Y si lo quieres materializar, acude a un club de estas cosas y déjate de tonterías de coaching. Porque aquí solo te van a robar el dinero y, en el mejor de los casos, te van a dejar a medias.

Por Angelo Fasce

93 comentarios en “Coaching: dominación, sectarismo y egos

  1. ¿Qué tal Ángelo? Estoy buscando la cita en donde la autora de «El secreto» opina sobre el tsunami en Indonesia. ¿Podrías decirme dónde encontrarla? Gracias.

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