Neurotonterías (1)

Lo ‘neuro-‘ está de moda. Está tan de moda que se ha comprobado que si algún producto incluye un cerebro en sus imágenes promocionales el nivel de aceptación del consumidor se dispara. La gente, que siempre explota estas cosas, se ha ido dando cuenta del respeto que genera la terminología neurocientífica y la ha comenzado a aplicar como reclamo en una serie de campos o ideas que dejan mucho que desear a nivel científico. Estos campos son las llamadas ‘neurotonterías‘, a veces también denominadas ‘neurogilipolleces’ o ‘neurochorradas’ —aunque yo prefiero el primer término al ser dialectalmente neutro.

No todos estos campos son necesariamente pseudociencias. Algunos lo son, pero otros son simplemente parcelas de investigación que han basado su marketing —porque sí, la ciencia también tiene marketing— en la extralimitación de los resultados de la neurociencia o en descontextualizar su vocabulario hasta que ha perdido todo el sentido. Serían, entonces, un ejemplo de ‘mala ciencia’. Para cualquier persona que sabe algo de neurociencia no deja de ser hasta un poco divertido escuchar a esta gente decir cosas sin tener la más mínima idea de lo que están hablando, pero no nos dejemos llevar por la sonrisa que son capaces de sacarnos: esto es muy dañino para la ciencia. Lo es porque daña la comprensión pública de la neurociencia, y porque esta gente se cuelga del respeto que se ha ganado el campo para vender productos y servicios fraudulentos.

Algo curioso de las neurotonterías es que, en general, estos campos no tiene fronteras. El que hace neuroeconomía suele ser neurocoach que hizo unos trabajos en neurofilosofía, escribe un blog sobre neuroética y asesora a empresas sobre neuromarketing. Es una buena muestra del amateurismo y del ‘invéntese lo que le plazca’ que impera. Repaso algunos campos que se me vienen a la cabeza. Si alguien que lee esto tiene ideas para ampliar la lista, la vamos completando.

Neurocoaching

Lo que se entiende por ‘neurocoaching’ es coaching normal y corriente pero mezclado con mindfulness y programación neurolingüística. Esta última una aberración pseudocientífica que venden como ciencia de la buena. Todo ello sazonado con palabras como ‘plasticidad neuronal’, ‘rapto amigdalino’ o ‘corteza prefrontal’ que para ellos bien podrían ser cosas de neurociencia como grupos de la movida madrileña, porque da la sensación de que no lo tienen muy claro. Y encima te presentan el mejunje con una sonrisa de medio lado y una falsa seguridad que te llega a dejar estupefacto.

Normalmente los neurocoaches se presentan como expertos en el funcionamiento del cerebro, pero en cuanto abren la boca cualquier persona con alguna mínima lectura sobre el tema puede notar que lo que están contando no tiene nada que ver con lo que sabemos de este órgano a nivel científico. De hecho, suelen ser gente ávida de hacer dinero venida del mundo del marketing, de los negocios o simples iluminados que se autoproclaman guías espirituales usando algo de logorrea —términos como ‘neurocerebro’ o ‘neurocoaching ontológico’ son tan jodidos que creo que hasta podrían ser peligrosos para la integridad de los ojos. Aquí no hay ni ciencia ni científicos, y mucho menos profesionales sanitarios debidamente acreditados. Todo es un montón de verborrea medio espiritual con ese irritante tono de positivismo, paternalismo y wishful thinking que caracteriza al coaching, mentoring y chorradings varias.

Neuroética

La neuroética es compleja de analizar. Comencemos con la distinción entre ética y moral. La moral es el conjunto de reglas y prácticas relativas a lo bueno y a lo malo dentro de una sociedad. Por ejemplo, en el sistema moral occidental la esclavitud o los gobiernos no democráticamente legitimados se consideran como moralmente malos. Todas estas cosas, más o menos consensuadas, pueden ser consideradas de otro modo en un sistema moral diferente. La ética, en cambio, es el estudio de los sistemas morales. Pero no del modo como lo hace, por ejemplo, un antropólogo, que ‘levanta acta’ de forma acrítica sobre las prácticas morales de una sociedad. La ética, en cambio, pretende decidir si una norma moral es pertinente o mejor o peor que otra. Hay un contenido normativo.

La neurociencia nos dice cosas muy interesantes sobre la moral, especialmente con los estudios acerca de la empatía. Como animales sociales que somos tenemos unos sistemas de empatía cognitiva y emocional compartido —tanto entre nosotros como con otros animales—, que hacen que nuestros juicios morales, a grandes rasgos, se lleguen a parecer. Pero la neurociencia, que se limita a estudiar la activación de zonas de procesamiento emocional o la activación de neuronas espejo, no puede, desde su estatus científico, decidir si los razonamientos morales de una sociedad son mejores o peores. Eso es materia —muy importante y difícil de hacer, ojo que no pretendo negar la práctica sino limpiarla— de la filosofía.

La neuroética está entonces dividida entre dos colectivos. Los psicólogos, que en general no gustan de este término y prefieren decir que hacen estudios sobre razonamientos morales. Y, por otro, los filósofos, que muchas veces no tienen problemas en decir que hacen ‘neuroética’, y se dedican a extralimitar lo que dice la ciencia. Además, la mayoría de los filósofos implicados en la neuroética no suelen tener la más remota idea del funcionamiento del cerebro. Suelen decir cosas muy raras, interpretaciones muy extrañas acerca de experimentos hechos hace décadas y se aíslan de todo feedback crítico de la neurociencia.

Neurografología

Suena sofisticado, pero no es más que grafología de toda la vida con un ‘neuro’ al principio carente de todo sentido. No hay que confundir la grafología, que es una pseudociencia que afirma poder predecir la personalidad de las personas e incluso hacer diagnósticos sanitarios en base a cómo escribimos, con el peritaje caligráfico, que es una cosa muy seria con la que se cotejan firmas y escritos.

Neuromarketing

Soy consciente de que juego duro incluyendo al neuromarketing entre las neurotonterías, pero tengo buenas razones. Antes que nada, cabe decir que esto no es una pseudociencia, y que es un campo más maduro que los demás aquí presentes. El problema aquí estriba en la exageración de los resultados y en el uso indiscriminado del prefijo ‘neuro-‘ cuando no procede emplearlo.

El neuromarketing tiene dos santos griales de los que esta gente saca petróleo cuando vende su campo. El primero es que la toma de decisiones, si bien es cierto que tiene un feedback por parte de los eventos conscientes, es ejecutada de forma inconsciente. Hay un desfase temporal entre la decisión y nuestra consciencia de haberla tomado. Las implicaciones de este hallazgo no dan mucho de sí, pero ellos lo venden como si fuera el descubrimiento de América. Y, en segundo lugar, las implicaciones de las emociones en las decisiones que tomamos. Algo que, si lo pensamos bien, tampoco es para tanto. Nadie elige a su pareja con cálculos matemáticos racionales, ni se compra un coche si no le gusta, por más fiable que sea.

La diferencia entre la psicología y la neurociencia reside en el nivel de abstracción. La psicología estudia la conducta observable, mientras que la neurociencia estudia los procesos moleculares, celulares y los subsistemas nerviosos que subyacen a ella. Hay estudios dentro del neuromarketing muy interesantes y que merecen el apelativo de ‘neuro’. Por ejemplo, aquellos acerca de los patrones de activación cerebral ante determinados anuncios —para analizar si se activan zonas emcionales o no—, o el uso de potenciales evocados —una técnica que tampoco es que sea el culmen de la fiabilidad. Pero la mayoría de lo que se suele denominar ‘neuromarketing’ en realidad es ‘psicomarketing’, ya que usan herramientas de la psicología y no de la neurociencia.

Lamentablemente —porque la psicología es muy respetable cuando se hace bien— el prefijo ‘neuro-‘ tiene más tirón que ‘psico-‘, así que ellos se adscriben al primero cuando no corresponde. El eye tracking y otras técnicas de psicofisiología —como la conductancia eléctrica de la piel, los electrocardiogramas, las medidas de las microexpresiones faciales o el ritmo y amplitud respiratoria— son técnicas que no pertenecen propiamente a la neurociencia. Aunque cabe decir que una enorme cantidad de las cosas del neuromarketing directamente no pertenecen ni a la psicología. Son, más bien, estudios de marketing sin más.

Un último gran problema es que la investigación seria es algo riguroso y que tarda bastante tiempo. Los estudios en neuromarketing suelen llevarse a cabo por asociaciones universidad-empresa, que en este campo no funcionan muy bien. Y no lo hacen porque las empresas presionan para vender resultados preliminares como concluyentes, cuando no lo son.

Neuroratoria

Supuesta aplicación de la neurociencia a la oratoria. Se ha estudiado bastante el comportamiento del cerebro durante la escucha, y sabemos bastante bien cómo se genera y procesa el lenguaje. El problema con la neuroratoria es que no aplica nada de esto; le pone el ‘neuro’ a algo que no incluye neurociencia real y que es impartido por gente que no sabe ni habla de neurociencia. La cantidad de tonterías que son capaces de decir e inventarse es realmente espectacular.

Neuroeconomía

La neuroeconomía es otro de esos casos en los que el uso del prefijo ‘neuro-‘ está totalmente fuera de lugar. La neuroeconomía es teórica y altamente hipotética en su práctica totalidad; no se realiza experimentación por lo general. Se suele hablar de teoría de juegos, sesgos cognitivos —especialmente en contextos de juegos del tipo ‘dilema del prisionero’—, y se entremezclan las ideas con explicaciones evolutivas ad-hoc que por lo general son pura ciencia ficción. Ahora, queda todo la mar de bonito. Ha sufrido un boom gracias a que hay mucho economista aquí metido publicando neuroblablá, aunque lo que digan pueda llegar a tener sentido algunas veces.

Neurociencia cuántica

Esto es un derivado de lo que ha venido llamándose ‘misticismo cuántico‘, que supone una interpretación fantasiosa de los principios de la mecánica cuántica. Está inscrita, además, dentro de una pseudociencia indiscutible como es la neurociencia no materialista. Más o menos todos sabemos que a nivel cuántico las leyes de la física que todos manejamos no se cumplen, y que la mecánica que rige el comportamiento de las cosas no es la misma. Pasan cosas muy raras que violan la lógica diaria en la que vivimos. Pero sabemos también que cuando la gravedad entra en juego es la mecánica, digamos, ‘relativista’, la que se aplica. Es decir, las cosas siguen la lógica habitual de no contradicción y causa-efecto. No se ha probado nunca, y ni siquiera tenemos una hipótesis prometedora para ello, que los eventos típicos de la mecánica cuántica afecten de forma directa a lo que sucede en el mundo en el que nos movemos.

Pero a la gente le encanta elucubrar. Y lo que es peor, le encanta hacer pasar sus elucubraciones por verdades científicamente contrastadas. Ahí tenemos los casos de Popper y Eccles, o de Roger Penrose. Cabe decir algunas cosas. (1) Popper fue un filósofo de la ciencia muy influyente —especialmente por sus primeras 3 obras—, con ciertos conocimientos de física, pero vivió un muy mal envejecer y desconocía de forma supina la biología. (2) Eccles escribió sus delirios acerca de la explicación de la mente humana sobre la base de la mecánica cuántica unos 13 años después de ganar el Nobel —un premio que recibió por sus muy científicos e interesantes trabajos en neurofisiología, que no tienen nada que ver con lo otro. Y (3) Roger Penrose es matemático, no tiene ni idea de neurobiología, y basa sus ideas en el teorema de Gödel y el problema de la parada de Turing. Tanto al pobre Gödel como a Turing —especialmente al primero— los han utilizado de forma reiterada para justificar todo tipo de magufadas. Lo cierto es que el uso de las ideas de Gödel para este tipo de cosas es una clara extralimitación de sus resultados, que se limitan a probar la incompletitud de la aritmética al existir ciertas proposiciones indecidibles —no me meto más aquí para evitar que os durmáis.

La idea básica, dicho de forma muy tosca, sería que el dualismo —la idea de que la mente es independiente del cerebro— es correcta, porque en ciertas zonas del cerebro —normalmente los microtúbulos— tendrían lugar eventos cuánticos. Ello haría que no se cumplieran las leyes de la física habitual y que en las decisiones que tomamos no existiera una relación causa-efecto determinista. Pero la idea es pura fantasmagoría. La elección habitual de los microtúbulos, ya de entrada, es totalmente aleatoria. Estas estructuras forman parte del citoesqueleto de nuestras neuronas y tienen bastantes funciones, especialmente el transporte de elementos desde el centro de la célula hacia los terminales sinápticos, y viceversa. Cabe mencionar que no tienen nada de especial, y que, de hecho, están presentes en todas las células. Así que si la mente está en los microtúbulos, cuidado la próxima vez que te cortes las uñas: podrías estar acabando con una consciencia. Una locura todo.

Filosofía de la mente

No me gusta perder amigos, pero a veces decir lo que uno piensa tiene esas consecuencias. A mi la filosofía de la mente me gusta mucho, pero tengo que admitir que desde hace ya algún tiempo ha perdido bastante el norte, tratando de resolver problemas que no son tales y trabajando de espaldas al conocimiento del que disponemos sobre el cerebro. Este campo de la filosofía trata de elucidar el significado del término ‘mente’. ¿El problema? Que trabaja con pseudoentidades, como los qualia, el ‘contenido intencional’ o los ‘estados mentales’, que disfrazan un enorme contenido dualista. Además, se centran en problemas ya superados, como el libre albedrío —lo siento mucho, la libertad metafísica no existe y tampoco importa en absoluto. La metodología también deja mucho que desear, dado que suelen emplear experimentos mentales —como los de los qualia invertidos, los zombies, el de Mary la investigadora de los colores y demás, que Dennett ya se encargó de pulverizar 1. Normalmente, además, basan sus ideas en concepciones que provienen de la inteligencia artificial y no de la neurociencia, como el conexionismo extremo.

También es muy cierto que hay partes de la filosofía de la mente realmente apasionantes y que deberían interesar a todo neurocientífico que quiera dotar a su trabajo de profundidad. Ahí está la versión del funcionalismo de Dennett, o los trabajos de Patricia y Paul Churchland.

Bonus track: neurogénesis

Ya he perdido amigos filósofos con lo de decir que la mayor parte de la filosofía de la mente es una auténtica tontería, pues ahora haré lo propio con los neurocientíficos. La neurogénesis es un fenómeno real muy bien estudiado. Sabemos que en ratas hay dos zonas del cerebro que producen neuronas durante toda la vida —en la zona subventricular, que migran para reponer las bajas en el bulbo olfativo, y en el giro dentado del hipocampo. En humanos sabemos, con seguridad, que pasa sólo en el giro dentado y que la práctica totalidad de esas neuronas mueren al poco tiempo. Para que las neuronas puedan acoplarse a alguna zona del cerebro y ser utilizadas debe haber migración neuronal, un proceso tremendamente complejo que no somos capaces de llevar a cabo cuando somos adultos. Parece, por ello, que la neurogénesis en humanos no es más que un vestigio del neurodesarrollo con ninguna función determinada.

Pese a que sólo tiene interés contrastado en la medida en que el volumen de neurogénesis sirve como marcador del ritmo metabólico del cerebro o de ciertos trastornos, a veces este fenómeno se vende como algo que no es. No está comprobado que una mayor neurogénesis aumente la memoria o la inteligencia de las personas. Y esto no es algo que pase fuera de la neurociencia; muchos de los propios neurocientíficos a veces te venden esta idea que, en el fondo, no tiene mucho sentido.

  1. Dennett,  D. (1995) La conciencia explicada: una teoría interdisciplinar, Barcelona: Paidós.

Por Angelo Fasce

32 comentarios en “Neurotonterías (1)

    1. Hola Diego,

      Es verdad que el término queda un poco oscuro. ‘Libertad metafísica’ suele aludir a la concepción más clásica de la libertad. Aquella que la entiende como algo no sujeto a las leyes de la física. Es un tipo de libertad típicamente dualista: nuestra decisiones no serían fruto de una cadena causal de eventos electro-químicos, sino algo que se mueve en un plano metafísico, ajeno a lo material. Lo que trata de decir es que el ser humano sería una anomalía en el universo.

      Hay varias formas de caracterizar la libertad aparte de esta. Formas menos fuertes y bastante más racionales. Por ejemplo, decir que el ser humano es más libre que una hormiga es algo que no chirría a nadie. Porque estamos hablando de que el ser humano tiene más posibilidades en la vida y es capaz de tomar decisiones de forma más razonada. Por ello, somos responsables de nuestros actos, aunque estos actos sean, al fin y al cabo, cadenas de eventos físicamente determinados.

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  1. Vaya hombre hace tiempo que estaba buscando algo de esta información, sobre todo respecto al neuromarketing, me asaltaba la duda respecto a que tan soportada esta realmente como ciencia. Tendrás alguna referencia adicional?

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  2. Parece que para decir todo eso se ha quedado usted solo (comenta que se queda sin amigos por decir lo que piensa ) y no es más que eso, lo que usted piensa. Cierto es que hay mucho intruso adjudicándose y dando por hecho ciertas cosas y sacando provecho del desconocimiento de la mayoría, pero también hay muchos que quieren contagiar al resto su incredulidad. ¿Quienes somos nosotros ,al fin al cabo, para creernos con la verdad absoluta ? Le recuerdo que en numerosas ocasiones la ciencia ha demostrado que también se equivoca.
    Un saludo

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  3. bueno, pues resulta que sí se usan pruebas diagnósticas en patologías como el parkinson (p.e. trazar una espiral de arquimedes) , el alzheimer (test del reloj, minimental…) , abuso de drogas, hidrocefalia, etc., así como la escritura propiamente dicha.

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    1. Hay pruebas diagnósticas, claro. Pero la grafología es una barrabasada que se basa en ideas ajenas a lo racional. No se usa para ningún diagnóstico, y no hay que confunir pruebas que usen escritura con la grafología. Son cosas diferentes.

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  4. Muy interesante el artículo. He discutido mucho sobre este tema con uno de los promotores de un par de neurocosas que has olvidado: la neurocultura y la neuroeducación. En el primer caso creo que es una variante de la falacia naturalista. Y la segunda es de nuevo pisar el terreno a los pedagogos: no creo que vaya a aportar nada a la pedagogía el saber que tal o cual área cerebral se activa cuando se realiza una determinada tarea cognitiva.

    Pero quería comentar que quizás hayas ido muy rápido con la neurogénesis. Yo también he criticado algún post en Facebook que hablaba de las diferentes maneras de mejorar tu inteligencia potenciando la neurogénesis. Pero quizás sea prematuro afirmar que en humanos no tiene ninguna función. Comozco un poco el tema y desde luego no es esa la conclusión a la que de momento se ha llegado. Tengo alguna referencia que te podría interesar.

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    1. En principio a lo que se ha denominado ‘neurocultura’ no le veo ningún problema. La cultura es algo desarrollado con el cerebro, así que tiene mucho sentido estudiar cómo se lleva a cabo desde este punto de vista. De hecho, tengo algún trabajo sobre el tema. Es interesante.

      La neuroeducación tampoco la veo tan problemática. Se pueden hacer estudios sobre cómo aprende el cerebro y usar esas herramientas para mejorar las técnicas educativas. Si bien es cierto que siempre están los típicos individuos que hablan tonterías. Pseudociencia en pedagogía es un tema realmente apasionante. Ya lo tocaré.

      Me gustaría mucho si me pudiéras hacer llegar tus referencias sobre neurogénesis, el tema me interesa.

      ¡Un saludo!

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      1. El problema que le veo a la neurocultura es la propuesta de que conocer como es el funcionamiento del cerebro en relación con distintos aspectos de la cultura nos permitirá modificar la sociedad para vivir mejor y ser felices. Creo que se trata, como digo, de una variante de la falacia naturalista. En el caso de la neuroeducación lo veo similar, si bien reconozco que podrán existir algunos casos en los que el conocimiento neurocientífico pueda mejorar el trabajo del aula (un ejemplo podría ser el de retrasar el comienzo de las clases de secundaria en función de que el ciclo de sueño-vigilia de los adolescentes es distinto al de los niños). Pero no creo que vaya a suponer ninguna revolución educativa, que es lo que se está vendiendo (y no es inocente el uso del verbo vender).

        Sobre neurogénesis, te añado este enlace con un artículo reciente sobre el tema.
        https://goo.gl/7V5K1u

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  5. Hola. Me parece que cometes los mismos errores que muchos filósofos de la mente: crees que los qualia (experiencias subjetivas) no existen. Esta postura es incompatible con las neurociencias. Edelman, Llinás y Damasio, entre otros neurocientíficos, aceptan la existencia de los qualia y les dan gran relevancia. Solo he visto a filósofos negar su existencia, nunca a científicos. Llinás de hecho dice que los qualia explican evolutivamente que el sistema nervioso haya llegado a existir. Existe para que hayan qualia: sensaciones que nos permitan conocer el ambiente.

    Sostienes esto a pesar que criticas que la filosofía de la mente trabaja de espaldas a las neurociencias.

    Dennett en «La conciencia explicada» sostiene que no existen las experiencias subjetivas. Para hacer tan curiosa afirmación se basa en la inteligencia artificial (no en la neurociencia), su peculiar razonamiento es que si las máquinas no tienen sensaciones subjetivas (qualia), entonces seguro que los seres humanos tampoco las tenemos.

    Te recomiendo mi artículo: «No Dennett, no. Las experiencias subjetivas sí existen»:

    https://reflexionesdestefano.wordpress.com/2015/12/13/no-dennett-no-las-experiencias-subjetivas-si-existen-y-la-neurociencia-las-reconoce-sin-problemas/

    Saludos desde Chile.

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    1. Hola Stefano,

      No puedo más que estar en desacuerdo con tu punto de vista. En ningún momento Dennett niega la existencia de sensaciones subjetivas, eso sería una completo absurdo (como, ojo, tampoco lo hacían Carnap o Ryle). Al contrario, trata de incluirlas en el estudio de la consciencia, como propiedades a tener en cuenta del sistema. Hace lo siguiente:

      – Propone un método: la heterofenomenología. Este método implica estudiar los registros subjetivos y las autoatribuciones de estados cerebrales, cruzando los datos con el punto de vista externo del neurocientífico. Él mismo dice que no podemos pensar desde las ideas cartesianas de ‘infalibilidad papal’ de aquel que se atribuye eventos cerebrales. Uno puede estar equivocado, pero la opinión subjetiva es importante a la hora de estudiar el cerebro.

      – Desmonta la noción clásica de ‘qualia’, aunque no niega que el fenómeno que trata de recoger exista. Lo que dice es que la definición que los caracteriza como (1) inefables, (2) intrínsecos, (3) privados y (4) directamente aprehensibles por la consciencia, sigue la estela cartesiana y les otorga esa infalibilidad papal metafísica ajena a la investigación científica.

      – Por último, destruye los experimentos mentales sobre los que se fundamenta esta noción de qualia, llamándolos ‘bombas de intuición’. Por ejemplo, aunque se dice que Mary lo sabía TODO sobre los colores, realmente esto no es así. Cuando sale de la habitación Mary aprende algo nuevo. Por lo tanto no lo sabía todo. Pero claro, si dices que Mary sabia todo lo que se puede saber sobre los colores en blanco y negro, entonces el experimento mental no tiene ningún interés. Sobre los zombies, que si se comportan EXACTAMENTE IGUAL que una persona con consciencia, entonces tienen consciencia. Y sobre los qualia invertidos, que es imposible no ver los cables cambiados en el cerebro y, por otro lado, que la experimentación empírica nos dice que si uno reacciona y se comporta exactamente igual ante determinado color o forma de percepción, entonces ambas, la normal y la alterada, son indiscernibles para el sujeto.

      En definitiva, que creo que estás interpretando de una forma la obra de Dennett que Dennett jamás aceptaría. Él no niega las sensaciones subjetivas, ni niega su importancia en el proceso evolutivo. Lo que hace es adaptar su definición a un modelo más científico.

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  6. Hola Angelo. Gracias por tu respuesta.
    Como podrás anticipar, estoy en desacuerdo. Dennett sí niega la existencia de las sensaciones subjetivas. Observa la siguiente cita, donde no usa la palabra “qualia” sino la expresión “propiedades de la experiencia subjetiva”:
    “La reacción estándar para esta afirmación es el reconocimiento complaciente de que mientras algunas personas de hecho pueden haber sucumbido a una u otra confusión o fanatismo, la apelación personal a una modesta e inocente noción de propiedades de la experiencia subjetiva está sin duda en terreno seguro. Esta justamente es la presunción de inocencia que quiero derrocar. Quiero trasladar la carga de la prueba, para que cualquier persona que quiera apelar a propiedades privadas, subjetivas, tenga que demostrar primero que al hacerlo no está cometiendo un error.” (Dennett, 2002, p. 227).
    Los “golpes de intuición” son parte de la metodología que el propio Dennett usa, él la denomina así, en su artículo “Quining qualia”. Dennett propone de hecho el experimento mental de la “máquina catadora de vinos”:
    “Vierte la muestra en el embudo y, en unos pocos minutos u horas, el sistema escribirá un análisis químico, junto al comentario “un vistoso y suave Pinot, aunque le falta vigor”, u otra frase similar. Una máquina así bien podría desempeñarse mejor que los catadores humanos de vinos en todas las pruebas razonables de exactitud y consistencia que los productores de vinos pudieran idear, pero seguramente sin importar cuán ‘sensible’ o ‘discriminativo’ sea un sistema como este, nunca tendrá, ni disfrutará de la manera que nosotros lo hacemos cuando probamos un vino: los qualia de la experiencia consciente. Cualesquiera sean las propiedades informacionales, disposicionales o funcionales que sus estados internos tengan, ninguna de ellas será especial en el modo en que los qualia lo son. Si tú compartes esa intuición, entonces crees que hay qualia en el sentido en que yo busco demolerlos.” (Dennett, 2002, p. 384)
    Si la máquina no tiene experiencias, entonces nosotros tampoco. Este parece ser el razonamiento implausible de Dennett, sin duda ajeno a la neurociencia y basado en la IA, que es lo que tú criticabas en la entrada (crítica a la filosofía de la mente con la que estoy de acuerdo).
    La alternativa dicotómica “o dualismo de sustancias cartesiano o materialismo objetivo que niega la existencia de la subjetividad” es falsa, a pesar de haber sido asumida por filósofos de la mente como Dennett. La subjetividad de los estados mentales conscientes no niega que, desde un punto de vista objetivo, ellos sean patrones neurales. La neurociencia descubre cómo ciertas experiencias subjetivas (imágenes, olores, sonidos, emociones) se explican por estados del cerebro y del cuerpo (por lo general, en relación con el ambiente) (Damasio, 1997; Damasio, 2000; Damasio, 2009), no niega de entrada la existencia de tales experiencias subjetivas.
    Te invito cordialmente a dar un vistazo a mi blog (es nuevo, tiene solo 3 entradas), en especial a la entrada sobre Damasio, donde Damasio explica su posición sobre este tema de las experiencias subjetivas. Damasio no se enfrenta explícitamente a Dennett. Pero Damasio dice, entre otras cosas, que las experiencias conscientes sí son privadas:
    https://reflexionesdestefano.wordpress.com
    saludos!

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  7. Hola Angelo me parece que no deberías poner la neuroeconomía como neurotontería, ya que si se realizan experimentos:

    https://dx.doi.org/10.1126%2Fscience.1134239
    https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2840433/
    http://www.jneurosci.org/content/30/19/6613
    https://dx.doi.org/10.1146%2Fannurev.psych.59.103006.093710

    Para ver más: https://en.wikipedia.org/wiki/Neuroeconomics O simplemente buscar neuroeconomics en google scholar o buscadores como Mendeley.

    Por otro lado sería mejor que te explayes más al criticar ya que no se puede contrastar mucho, simplemente dices cosas como: »entremezclan ideas y las explicaciones son ciencia ficción»

    Por otro lado la filosofía de la mente no merecería estar en esta lista ya que hay cosas buenas y otras malas, por ejemplo es como que yo diga que la psicología es una tontería porque el psicoanálisis tal cosa, en la filosofía de la mente hasta citaste un libro de dennett.
    Y respecto al neuromarketing tampoco pienso que se merezca ser llamado neurotontería porque que a ti te haya parecido que algunos descubrimientos fueran obvio no implica que sea una tontería realizarlos.

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  8. Bien hecho. Muy buen texto y razonamientos acertados.

    Como complemento, te recomiendo El Mito del Cerebro Creador, el autor es Marino Pérez Álbarez que es un conductista de la Universidad de Oviedo. Es uno de sus libros más críticos contra la ideología que subyace a las neurociencias.

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